La vuelta a casa
nos ha desconcertado tanto, que se nos han quedado en el tintero unas cuantas
ideas que queríamos plasmar en nuestro diario de vida-viaje. Adaptarnos de
nuevo al ritmo de acá nos ha costado unos meses, pero parece que por fin vamos
encontrando un cierto equilibrio que combina nuestra actividad frenética de
antes de irnos, con la cadencia y sosiego que hemos adquirido estos tres años.
Llegar a este frágil equilibrio es lo que me ha permitido respirar un poco y
pensar en lo que he – hemos vivido en los últimos años. Entonces me asalta una
cifra que marca el inicio de toda esta experiencia, y no es el 3, sino el 15.
Resulta que hace
15 años me enamoré por partida doble, primero de Cuba y después de David.
Era una guagüita
cuando llegué a Latinoamérica por primera vez. Al conocer Cuba, un mundo nuevo
se abrió ante mis ojos, mis oídos y mi piel. Creo que no estaba muy preparada,
la sacudida fue tremenda y aquella sensación de haber nacido en el lugar
equivocado me invadió durante años. La nostalgia de salir de Cuba la primera
vez, aún sin entender qué me había ocurrido, fue tan grande que desde entonces
mi vida se centró en dos objetivos. El primero ya venía “heredado” de mi padre,
ser médico como aquellxs médicxs cubanxs internacionalistas, con una
sensibilidad, creatividad y dignidad que no dejaban de causarme admiración. El
segundo objetivo era seguir aprendiendo de Cuba y por supuesto poder conocer el
resto de esa Latinoamérica que para mí era algo así como una gran familia, eso
que Correa llama la Patría Grande. Así empezó esto de vivir-trabajar para
viajar.
Ese amor por Cuba
terminó uniéndonos a David y a mí, así que el efecto de ese imán se potenció.
Juntxs comenzamos un trasiego de idas y venidas, así conocimos Cuba, Venezuela
y Brasil, siempre reodeadxs de hermosas amistades; también se nos quedaron
pendientes proyectos como ir a Chiapas o unas prácticas en Costa Rica. Durante
estos años, Latinoamérica siempre ha sido un objetivo, el lugar al que siempre
volver.
No recuerdo
cuando hablamos por primera vez de pasar unos años en Sudamérica, pero sé que
aquello que parecía onírico se convirtió en realidad. Me di cuenta de que
habíamos cumplido un sueño de vida cuando estaba en el avión de vuelta a Madrid
hace ya casi 5 meses. ¡Lo hicimos, lo conseguimos!
Recuerdo cuando
antes de irnos y en los primeros meses había quien nos llamaba valientes. A mí
me parecía un poco exagerado, realmente viví el proceso con tanta naturalidad,
además de con una cierta necesidad mental, que no me pareció tan épico. Por
otro lado, en estos 3 años, escuché o leí varias veces sobre nuestra suerte por
vivir esa experiencia. Así como lo de la valentía no me cuadraba mucho, lo de
la suerte tampoco.
He pensado
bastante sobre el tema, siempre me he sentido afortunada en la vida, y no he
dudado en reconocer la suerte de nacer en un país del “primer mundo” en una
familia como la mía, que siempre apoyó mis decisiones y me permitió estudiar, y
sobre todo me transmitió las ganas de descubrir el mundo y un sentido de la
justicia que me ayudó a mirar la vida con otros ojos.
También me
considero afortunada por encontrar a David en el camino, su visión de la
realidad, siempre crítica, su entusiasmo por viajar y su curiosidad infinita
por descubrir y aprender de lugares nuevos, así como ese amor por Cuba y
Latinoamérica fueron piezas muy importantes en este puzle de 15 años.
Pero fuera de eso
(que aunque ha podido ser determinante, no ha sido totalmente “gratuito” y ha
supuesto esfuerzos personales importantes), creo que no todo se reduce a “la
suerte”.
Según la RAE, suerte
es el encadenamiento de los sucesos, considerado como fortuito o casual.
Yo creo que lo
que hemos vivido no se debe a la casualidad, creo que realmente se debe a una
sucesión de decisiones que incluían conflictos, errores, y como no, muchas
renuncias (la mayoría conscientes, pero no por ello menos dolorosas).
Simplemente fue nuestra apuesta y aunque la experiencia ha sido maravillosa, no
todo ha sido fácil pues también hubo momentos duros e incluso muy duros. En
cualquier caso, valió la pena.
El balance no
puede ser más positivo, creo que ha sido el momento de mayor crecimiento
personal que hemos vivido, hemos conseguido multiplicar los puntos de vista cambiándonos
las “gafas de ver el mundo” tantas veces como realidades hemos compartido.
Afianzamos la certeza de que se puede vivir con menos, y sentimos la satisfacción
de conseguirlo, al menos en parte.
La mochila se
llenó de momentos hermosos, los rostros de América, las amistades transoceánicas,
la resistencia de los pueblos y la historia contada por quienes perdieron (los
escenarios de Galeano en vivo ante nuestros ojos). Y como no, tantas y tantas
mujeres que llenaron mis días, mi mente y mi corazón de nuevos sueños y luchas.
Mamitas lindas de mi América querida, amazónicas, andinas, caribeñas, costeñas,
patagónicas, indígenas, mestizas, chapinas… todas juntas, ni una menos. Entendí
que un mundo mejor es posible, pero que la Revolución, será feminista, o no
será.
Y con esta madeja
de ideas, vidas, cosmovisiones y dudas me doy cuenta de que este ciclo de 15
años comenzó y terminó en el mismo lugar, la isla bella. Tengo sensación de
estar terminando una etapa, una especie de adolescencia alargada, o madurez
adelantada, qué más da. Ahora es momento de asimilar lo vivido, y empezar a
soñar de nuevo…
Mi compañerito y yo ya no tenemos nuestra playa de Bahía para soñar
con el futuro, pero seguro que encontramos el lugar y el momento para idear
nuevos proyectos. El alma errante sigue en marcha y las ganas de descubrir
nuevos mundos no aflojan. Quién sabe si en unos años apareceremos con L’Asia o
L’África… (¡Se aceptan sugerencias!)
No podíamos
marcharnos sin dejar de agradeceros a todxs lxs que nos habéis acompañado estos
tres años, nos habéis dado vuestro calor aquí y allá, por vía digital o en
persona, con maravillosos abrazos que han hecho que las idas y venidas siempre
hayan sido más dulces. ¡Muchas gracias! ¡Hasta pronto!
En cuanto al blog
(nuestra primera experiencia exhibicionista), fue más casual que premeditado,
surgió en nuestra primera semana de estancia en Quito y jamás imaginamos que se
fuera a convertir en un proyecto tan grande (pues para nosotrxs ha sido muy
grande, 1003 días plasmados en 180 entradas + 3 inéditas). Lo que habitualmente había sido
nuestro diario de viaje, terminó siendo un espacio para compartir con vosotrxs.
Hemos disfrutado mucho de ello, nos ha ayudado a entender más lo que íbamos
viviendo y descubriendo, y nos ha permitido en muchas ocasiones tener nuevas vías
de contacto con vosotrxs. Ha sido un placer.
PD:
Gracias a toda la
gente maravillosa que nos encontramos en Ecuador, El Salvador, Guatemala, Colombia,
Perú, Bolivia, Chile, Argentina, Brasil, Venezuela y Cuba. Y como dice Calle
13, ¡Qué viva La Ámerica!
Gracias a chicuelina,
fue parte de los últimos meses de viaje, un pedacito de Ecuador que nos
acompañó recordándonos lo maravilloso de la naturaleza.
Y gracias a mi compañero, mi pololo, mi
pana, mi manguito,
ese que durante meses hizo la colada en la
azotea, cuidó los tomates y compraba las mejores papas y naranjillas en el
mercado,
ese que intercambiaba clases de
matemáticas por habas, choclos y enseñanzas de una vida ligada a la Pacha Mama
y alejada del consumismo,
ese que me remolcaba cuando yo me cansaba
y se dejaba remolcar cuando el cansancio le llegaba a él,
ese poeta de la carne que disfruta tanto
del agua y sigue dando volteretas aunque se maree,
ese que una mañana de enero fue el primero
en llegar al Inca Huasi,
ese que viva donde viva se convierte en el
rey del vecindario,
ese que aprendió a vivir despacito,
mirando bien lejos y disfrutando con lo que está cerca.
Creo que después del gran hermano al que hemos sobrevivido (porque
esto si ha sido intenso) nos merecemos un premio, ¿no? ¿Otro viajecito?