domingo, 26 de abril de 2015

Ecuador LXXXV. Llamando a Ken Loach.


En alguno de esos informes con los que suelen anestesiarnos periódicamente y en los que se cuantifican de manera despersonalizada algunas de las realidades que se dan en nuestro planeta, se dice que la zona Latinoamericana es la que concentra una mayor desigualdad económica en su población. Cierto es que en la última década se han realizado importantes esfuerzos por disminuir la pobreza y también la desigualdad (coeficiente Gini) por parte de los gobiernos progresistas de la zona, pero aún queda mucho trabajo para alcanzar una justicia que después de décadas de expolio quedó muy maltrecha.


El caso es que la casa de dos plantas en la que nosotrxs vivimos es propiedad de un ecuatoriano que lleva largos años viviendo en Puerto Rico, casado con una gringa y que además posee los otros dos edificios y locales comerciales que nos rodean. Como os podéis imaginar pertenece a una familia de alto poder adquisitivo. De igual manera en nuestra casa habita una señora que desde temprana edad ha trabajado para él (y para su familia) y que en lugar de vivir en un apartamento como el nuestro, vive en unas habitaciones con baño aledaño al que se llega cruzando un pequeño patio y en un local transformado en bar-café que hace las funciones de cocina y salón comedor familiar. Digo familiar porque como no puede ser de otra manera en este país, pertenezcas a la clase social que pertenezcas la familia siempre es amplia y enmarañada (más aún cuanto más abajo te hayan situado en dicha escala).

Nuestro amable casero (con el que nos comunicamos telefónicamente por vía interoceánica), evidencia (como siempre ocurre en el pensamiento de quién dispone de “esclavos” a su cargo) que su enorme alma cristiana y por tanto caritativa salvó del infierno seguro a aquella pobre chica y ahora señora situada en la pobreza desde la misma cuna. La realidad es que ella le ha servido y en la actualidad le sirve para cuidar el edificio y para continuar siendo su “esclava” como lo fue desde el momento de su salvación. Ni que decir tiene que esta mujer ha sido víctima de su condición social de partida, de la pésima educación que existía en el país y posiblemente de una dosis extra de ecuatorianidad, lo que ha hecho que junto con su condición de mujer, la vida no haya sido nada fácil. La cuestión es que trabaja prácticamente 24 horas diarias los siete días de la semana y aunque siempre nos prometieron que con esfuerzo se puede conseguir todo, en este caso no surtió efecto, (quizá que esto ocurra sólo en los Estados Unidos). No puedo contar con mucho detalle lo que fue su vida hasta que la conocimos (sería un trabajo para Laverty), pero hasta ese momento sabemos que hubieron tres hijxs, al menos de dos padres diferentes  y una nueva y actual pareja. Seguramente nadie le ayudó en la educación de los guambras, nadie le explicó tantas cosas y posiblemente hubo una dosis de inconsciencia y la habitual falta de planificación, la cuestión es que uno de ellxs le salió ni-ni y aún peor le salió delincuente. La probabilidad es algo de lo que no podemos huir y con tanto condicionante no es de extrañar.


Y este delincuente es el protagonista de esta historia ya que con el robo cometido en nuestra casa, entrando tranquilamente con la llave y llevándose la tablet y el disco duro de las películas, no sólo nos ha producido un malestar a nosotrxs sino que ha hecho tambalearse el trabajo y el propio sustento vital de su madre y demás familia con la amenaza del portorriqueño adinerado de desahuciar por ello a la señora.


La historia a tres bandas, con el capitalista inmobiliario, la pareja de europeos profesionales de clase trabajadora (Vincenç Navarro me convencía recientemente que no debemos usar el término clase media) y la familia humilde que sólo dispone de su fuerza de trabajo para subsistir sería digna del mejor director de cine que puede retratarla.


Y por eso recurro a tí  Loach, para tratar de empatizar con el delincuente y con una familia que no ha mostrado ningún pesar (más bien diría que no ha mostrado nada de nada) después de lo ocurrido, sé que no será tarea fácil, aquí no vas a encontrar el lado cómico de los sufridos trabajadores británicos de tus pelis, sin embargo puedes recurrir al fiscal que nos atendió con la denuncia y que en la década del 2000 trabajaba en los invernaderos almerienses de manera ilegal con magrebíes y sub-saharianos, así como con el Patito, herrero que nos puso la reja en la ventana y cambió las cerraduras de la casa una vez que la del delincuente pasa de par en par las 24 horas del día.


Gracias en parte a tí, experiencias desagradables como esta se convierten en aprendizajes y reflexiones sobre la vida en un mundo tan desigual e injusto como el que vivimos.

¿Quién proteje a quién?

domingo, 19 de abril de 2015

Ecuador LXXXIV. Si yo fuera árbol…


Seguro que muchas veces habéis jugado a eso de “Y si fuera…”, que consiste en tratar de adivinar de qué persona se está hablando en función del animal, planta, canción, comida, color, país, coche o estación del año que asociamos con esa persona.

Si yo tuviera que hablar de mi misma y me hubieran preguntado con qué árbol me reconozco, quizás hace tiempo hubiera dicho el pino, por ser el árbol que más identifico con mi infancia, o el magnolio cuyas flores con olor a limón inundaron la primavera de o Porto en el 2007.

Pero en la vida todo cambia, y según vamos conociendo nuevos lugares, vamos cambiando con ellos. Así que ahora sé, que si fuera un árbol, sería una Ceiba.

Lo sé porque me cautivaron desde que las vi por primera vez peladas, casi tétricas, hace un año en plena época seca en la costa Ecuatoriana. Dominando ese paisaje árido al que daban un toque mágico.











Lo sé porque me han fascinado aun más al verlas hermosas, verdes y frondosas agradeciendo cada gota de lluvia en esta época invernal. Continúan dominando el paisaje, que ahora es de un verde espectacular. (lo siento, de esto no hay foto) 

Lo sé porque son hermosas con sus curvas bien marcadas, sus irregularidades, sus decenas brazos torcidos y sus heridas en el tronco. Como la vida misma.

Hay una en la Amazonía Ecuatoriana que es tan grande que para abrazarla hacen falta por lo menos 20 personas, ¿qué mimosa, no?



No hay dos iguales, cada una es especial y todas son maravillosas.

Estoy segura que las raíces de todas las Ceibas latinoamericanas se meten muy profundo en la tierra y se dirigen hacia el Oriente, para llegar al África y estrecharse con las raíces de los Baobabs, como buscando su casa. Yo creo que esto ocurre porque son sus descendientes, se alejaron hace siglos de las costas Africanas en barcos y galeras acompañando a miles de esclavas y esclavos para tratar de que su existencia en este “nuevo mundo” fuera un poco más grata.

Cómo no iba a querer ser Ceiba, un árbol con tanto significado en la lucha Zapatista, si como dice Amparo Sánchez “a la sombra de la Ceiba, nada malo te puede pasar”(Corazón de la Realidad - Amparo Sánchez). Lila Downs nos cuenta que en su sombra se escuchó un disparo cuando moría Zapata (Zapata se queda - Lila Downs). Está claro que este árbol tiene algo…

Y tienen una cualidad muy especial, que como mujer no puedo dejar de apreciar, y es que han conseguido sobrevivir “al hombre”. En este mundo en el que todo se convierte en objeto de consumo, y nuestro cuerpo (el de las mujeres especialmente) lo sufre a diario, las Ceibas con su madera poco consistente y poco valiosa como combustible, han logrado mantenerse a salvo de las garras de tantos hombres que arrasan con lo que encuentran en su camino según sus intereses.

Aquí en la costa, donde el embarazo en adolescentes es elevado, y sospecho en una gran cantidad de casos pueda deberse a violaciones ocurriendo muchas veces dentro de la propia familia, cuantas mujeres no se habrían transformado en ceiba de haber podido.

Quién sabe si todas esas Ceibas que me enamoran cuando recorro las carreteras Manabitas no son mujeres, que se cansaron de ser mujeres y se transformaron en las diosas de las lomas para hacernos sonreír al resto de mujeres que seguimos recorriendo caminos…

miércoles, 15 de abril de 2015

Ecuador LXXXIII. Otra vez 9 de Abril.




Cuando el tiempo fuera aumenta y pasan los días, las semanas y los meses, podemos medirlo con las veces que hemos cumplido años acá. En mi caso ya son dos 9 de Abril lejos de vosotrxs.


El tiempo y la distancia podrían pesar un poco más en días así, y más cuando recuerdo las últimas celebraciones en la Casa de Campo (Eva, volverán!). Sin embargo, tengo la suerte de cumplir años cerca de la Semana Santa (no está mal que por una vez me beneficie la iglesia…) y esto hace que gracias a vuestro espíritu viajero y al esfuerzo económico para cruzar el charco, los dos años haya pasado el cumple muuuy bien acompañada.


Este año el regalo fue pasar el día con Alba y Ernesto. Y recibir en la noche a Nines, Cris y Ana.


Parece que estando en buena compañía, el lugar no importa, pero bueno, si se puede elegir, ¿por qué no pasarlo en Mindo, ese pueblito en mitad de un bosque tropical que ya nos cautivó hace tiempo? Allí nos reunimos y nos pusimos a actualizar nuestras vidas y a compartir como si el tiempo no hubiera pasado. ¡Qué rico eso de reencontrarte después de meses y estar como si te hubieras visto el día anterior!


Así pasamos el día en mitad de la naturaleza, entre colibríes, tucanes y otros pájaros exóticos que nos permitieron entrar en “su casa” y pasear yendo de cascada en cascada como en el juego de la oca. En la última de ellas un bañito que sólo disfrutó David, y un rico picnic que disfrutamos todxs.


La cena fue un poco más elaborada y glamurosa (en algunas ocasiones la pizza tiene su toque chic), pero sobre todo más numerosa. Con un poco de hambre y una cierta ansiedad (por una sorpresita que andaban fraguando Alba, Ernesto y David) esperamos a las recién llegadas de la Amazonía. Ni siquiera les dimos tiempo a asentarse, y directamente las sentamos en la mesa. Fue una cena rica escuchando sus historias de anacondas, caimanes e insectos exóticos que tuvo un dulce final. Aquí llegó las sorpresita, una tarta deliciosa de Maracuyá (Ruth aun debe recordarla…) ¡¡con sus velitas y su cohete!!



Después nos animamos a unas cervecitas en “el bar del pueblo”, donde para variar sólo había hombres. Pero bueno, ahí echamos unas risas y hasta un par de bailes!


Pasé el día y la noche maravillosamente acompañada. Además me llegaron vuestras felicitaciones. A diferencia de mi querido compañerito yo no hago lista negra, pero si la hubiera hecho, no faltabais ningunx. 

¡¡Muchas gracias a todxs!! ¡¡Os quiero!!


¿Dónde nos encontraremos el próximo 9 de Abril? Me encantaría saberlo ya. Lo que si sé es que estaré bien acompañada, siempre he dicho que soy afortunada.


..Nos vemos…




PD: A pesar de que las últimas semanas han sido algo “accidentadas” presiento que será un buen año, seguro que en la India también lo pensarían, pues el día de mi cumpleaños una serpiente Coral paseó tranquilamente a escasos dos metros de mis pies. No os cuento más por si Alba y Ernesto se animan a contaros su paso por ecuador.


PD2: No recuerdo en cuantos cumpleaños he recibido libros del genial e imprescindible (como diría Bertolt Bretch) Eduardo Galeano. Ha sido una gran pérdida, pero su obra perdurará. Este año no hubo tiempo de recibir su libro póstumo “Mujeres” porque aun no había fallecido y no puedo poner ninguna cita del mismo. Pero sí quiero dejar una pequeña reflexión suya sobre la historia de Latinoamérica desde La Invasión que ya imaginaba pero he comprendido mucho mejor desde que llegue aquí.


"Vinieron. Ellos tenían la Biblia y nosotros teníamos la tierra. Y nos dijeron: Cierren los ojos y recen. Y cuando abrimos los ojos, ellos tenían la tierra y nosotros teníamos la Biblia."

Eduardo Galeano

viernes, 3 de abril de 2015

Ecuador LXXXII. Mareas

Vivimos en la costa pacífica ecuatoriana, ligeramente insertdxs en el hemisferio sur y en estos meses de enero a abril en pleno invierno ya que es la época de lluvias. También es el momento de vacaciones de los escolares costeños por encontrarnos en los meses de más calor y por tanto en temporada playera. De verdad que en todo lo anterior no hay imprecisión alguna, simplemente los términos y conceptos eurocéntricos no tienen cabida. Por cierto a partir de abril pasaremos al verano (temporada seca) sin escalas intermedias en el otoño o la primavera, la temperatura se suavizará y el cielo se volverá más gris y ganará terreno la garúa. Eso sí en Quito nada más llegar te dirán que ellxs tienen las cuatro estaciones, pero en el mismo día.


En Bahía nos encontramos ahora en ese auge playero y sin embargo apenas se perturba su paz. Salir a sus calles, aún siendo demasiado anchas para el tamaño de la población,  es una cura de estrés (siempre que lo hagas con alguna nube como aliada), los hermosos soportales y el arbolado central te hacen contagiarte de una parsimonia, que se mimetiza con el rodar de los bicitaxis o de las hiperpobladas motos que circulan por debajo de la velocidad permitida. La temperatura entre 25ºC y 30ºC te obliga a no tener prisa y la brisa que habitualmente sopla te hace disfrutar del caminar. Vayas donde vayas triunfan las chanclas y una ropa que permite percibir la robustez tostada de lxs manabitas. Y cuando hay lluvia es aún mejor, el frescor inunda la ciudad y las calles se vuelven improvisados ríos que no impiden la cotidianidad.
 
Calles o ríos


Pero lo mejor de Bahía es su ubicación, rodeada de agua y cercana a lugares como isla corazón (Refugio Nacional de vida silvestre) que nos regala un mundo de manglares y de aves maravilloso.


Como podéis pensar, adaptarme a este contexto no me ha costado mucho y he de decir que a Lucía tampoco. Si el año pasado quedé sorprendido por el efecto de las nubes en nuestro entorno volcánico de Ibarra, ahora lo estoy aún más con las mareas.



Bahía queda encerrada por las playas del pacífico y por las playas del estuario del río Chone, cada una de ellas sufre la subida y bajada de la marea de distinta manera y además es cambiante en el tiempo. En estos días hemos sufrido el “aguaje”, yo tampoco sabía a que se referían y en la calle he sido incapaz de entenderlo completamente, pero internet me enseñó que son subidas extraordinarias de la marea que se producen durante los siguientes tres días después de la luna llena y la luna nueva.


Y, ¿todo esto es importante? Sí, para pescadores, para la cría del camarón, para el personal de limpieza costero, para la prevención de inundaciones y sobretodo para mí. Las cuestiones que se me plantean con ello son: ¿A qué hora podré correr por la playa de los acantilados?, ¿me podré bañar en la playa del pueblo?, ¿podré atravesar de ésta a la playa del río?, ¿dónde podré ver la puesta de sol, en la arena o tendré que subirme al malecón?, son preguntas muy importantes para disfrutar con plenitud el día a día.


Exactamente ahora mientras el sol comienza a rozar el horizonte que dibuja el Pacífico e ilumina plenamente las costas polinésicas (ayer vimos la película Kon-Tiki, donde se intentaba demostrar que fue desde tierras andinas desde donde llegaron lxs primerxs habitantes de la polinesia), disfruto viendo una bandada de pelícanos que levitando sobre el agua se encaminan tierra adentro hacia sus nidos, fragatas que rodean las barcas de pescadores a la espera de su recompensa y con la bajada de la marea actual, se descubre un nuevo mundo que pájaros de largos picos aprovechan sin descanso.


A veces pienso que después de este tiempo, cuando llegue a Madrid, ¿qué me sorprenderá?, ¿Ir a trabajar?