Esa mesa sirvió para conversar, para intentar entendernos
desde mundos y realidades tan diferentes pero sobretodo para notar el calor y
el cariño mutuo. Esta estancia es la principal en casa de la familia de Olguita
(la llamo así porque ella es la matriarca), detrás de sus gafas doradas se
esconde una mujer luchadora, emprendedora y orgullosamente kichwa.
Nunca olvidaré la frase que me recibió por primera vez esa
habitación, “perdone la pobreza” cuando debí contestar “entonces, bienvenida la
dignidad”.
Y frente a la mesa está una pequeña puerta por donde aparece
la luz, por donde se vislumbra un maravilloso entorno montañoso (que en estas
fechas se cubre de verde) y que muestra Ibarra allá, allá abajo.
Este lugar está en la Comunidad de San Clemente, parroquia
de La Esperanza, es un lugar inspirador, te traslada a un mundo diferente al
nuestro, donde la vida, el trabajo y el tiempo no es marcado por un reloj
analógico, donde ante el rigor de la naturaleza y bajo una intensa tormenta
recoges día a día las vacas con un cráter como telón de fondo, donde uno a uno vacías
los fréjoles de su vaina, donde las manos se te encallecen de restregar la ropa
en la piedra bajo el agua helada..., no obstante, en ocasiones no faltan las
parabólicas o las computadoras internetizadas.
Me gusta observar su día a día (seguro que algo diferente cuando
aparezco yo), como se hace la comida, como se recoge el grano o la papa
previamente (lo que la temporada ordene), como el cuy se lleva desde el corral
y como después de un uso certero del cuchillo se le pela calentito después de
pasarlo por agua hirviendo para que esos pelos salgan sin problemas. Un agua
hirviendo que llegó a este estado gracias al fuego de la tulpa. Todo cuesta trabajo,
todo lleva tiempo, el suficiente para tomar conciencia de muchas cosas. Tan
lejos de nosotrxs, tan cerca de la tierra.
Y en este maravilloso lugar hemos pasado últimamente un par
de ratos haciendo bloques de adobe, pisando tierra, agua y paja que en un
futuro esperamos formen parte de esa nueva estancia que nos haga disfrutar con
el mismo calor de siempre. Un calor que echaremos de menos, aunque literalmente
no nos haga falta aquí en la costa, por ello Ashata Kaskaman, Yupaychani.
Aquí deberíamos decir Ashata Kaskaman, Yupaychani |
No hay comentarios:
Publicar un comentario