Cómo nuestra vida aquí es bastante tranquila y no nos estamos
dedicando a viajar mucho, no tenemos tantas cosas para contar.
Sin embargo, la naturaleza (humana) hoy nos ha proporcionado una
historieta interesante…
Resulta que aquí en Bahía los atardeceres son bastante
bonitos, los pelícanos se activan, el sol se pone por el mar entre las nubes y
la vista es hermosa. Hoy además, cuando bajábamos para dar el paseito de rigor,
el vecino nos dijo que con el aguaje las olas estaban saltando por el malecón,
así que David se subió a por la cámara.
Decidimos sentarnos en una torreta de vigilancia que hay en
el propio malecón. Estás casi encima del agua y el tejadillo te protege del
sol, un sitio estupendo para controlar la playita. Y como tortolitos andábamos
hablando sobre las mareas y las fases de la luna cuando, ups! Noto una mano
entre nosotros. Antes de mirar, mi mente piensa que algún conocido nos está
saludando, me giro, y veo un tipo corriendo, con nuestra bolsa en la mano, y mi
mente trata de ver que “coleguita nuestro” es.
La falta de costumbre hace que tardemos en reaccionar, las
escaleras que nos separan del suelo que tardemos en bajar, y las chanclas que
tardemos al correr, así que cuando llegamos a la calle por la que se metió el
tipo, nada, nada de nada…
Un hombre que va en moto nos ve agitadxs y nos pregunta, le
contamos y le describimos al tipo, y dice que va a dar una vuelta, David sigue
corriendo, y yo le pregunto a una señora, y ésta a otra y de repente me veo
subida en una camioneta, de gente que no conozco, a la caza del ladrón mientras
les digo que no, que no era negro, y que no vi cómo se fue, sólo que llevaba
una camiseta de rayas, gorra y pantalón corto (como la mayoría de tipos de 30
años en la costa ecuatoriana…). Mientras damos vueltas me dicen que si
hubiéramos gritado “al ladrón” o cualquier cosa la gente habría reaccionado
rápido, o se habrían fijado en el tipo…
Después de 15 minutos me rencuentro con David, uno vio que
dos tipos iban “volados” en una moto tipo “panadera” y el conductor con casco
rojo. Mis nuevxs amigxs de la camioneta nos llevan hasta la comisaría para poner
la denuncia. Allí nos encontramos con el Sargento X, que nos dice,
lamentablemente estamos bajos de personal y ahora no pueden poner la denuncia, si
quieren damos un paseo para mirar. Ante nuestra petición de que comuniquen la
descripción del tipo a otras unidades, otra vez “lamentablemente” no tenemos
otras unidades disponibles…
Total, que acabamos apatrullando la ciudad una vez más, pero
esta vez en un carro de policía, con las luces puestas y la radio con bachata a
tope. Los bajos del carro van dando en los resaltes de las calles, en el
segundo raspón el sargento X nos dice que el presi ha comprado carros muy
bajos. No me quiero imaginar una persecución con prisas…acaban con agujeros
para empujar como los picapiedra…
Y así vamos por calles de tierra, llenas de motos, como si los tipos fueran a estar tranquilamente
esperando nuestra llegada, y lo peor, con la sensación de estar más inseguros
dentro del carro que fuera, pues da la sensación de que en esos barrios la
policía no tiene la menor credibilidad y llegar en coche patrulla no es la
mejor carta de presentación.
Después de un lindo paseo, por los barrios rojos en los que
teóricamente los objetos robados se canjean por droga, nos quieren llevar a
casa. Nosotrxs por no montar escándalo y para airearnos un poco (creo que allí
dentro me picó una pulga, y tenía necesidad de salir de ese carro…) les decimos
que nos dejen a mitad de trayecto y volvemos caminando.
Regresamos a casa con la cabeza gacha mientras vamos
procesando que es la segunda cámara de fotos que aportamos al “PIB ecuatoriano”,
recordando qué fotos hemos perdido, y pensando cómo conseguir que os imaginéis
ese atardecer sin ver la foto robada… ¡belleza!
¿Qué hubiera pasado si hubiéramos gritado “¡¡al ladrón!!”, o
si hubiera tenido una cerbatana?
Mientras escribo estas líneas, no escucho bachata, escucho
el padrenuestro cantado por un cura español, que según dicen lxs vecinxs se
parece bastante a David. Resulta que en la puerta de nuestra casa han puesto un
altar del viacrucis. Y eso me hace pensar que el tipo que nos robó no debe ser
católico, pues en mi ignorancia, yo pensaría que los únicos católicos que incumplen
el famoso “no robarás” son la clase dirigente española.
Como dicen aquí, a ver si diosito nos ayuda y encontramos la
cámara a precio de ganga en el mercado de lo robado…