Últimamente
ando mimetizándome mucho con la naturaleza. Creo que se debe a estar
desarrollando otra capacidad de observación, o simplemente a que en este país
es imposible pasar por alto la naturaleza.
El caso es
que, continuando con el juego del transformismo, tengo una pequeña lucha
interna sobre qué ave sería.
Si pienso
en la que habría sido antes de llegar al Ecuador, podría haber sido la Cigüeña
que elegantemente decoraba el tejado de la iglesia de Matabuena. Por sus patas,
casi tan largas como las mías, por el sonido rítmico de su pico (cla, cla, cla,
cla) y por su espíritu viajero.
Ahora me
debato entre dos polos opuestos.
En un lado
está el colibrí, el místico, mágico, exótico y rápido (y demás adjetivos esdrújulos),
un animal de galaxias, un extraterrestre. Un ave que parece insecto. Delicado
pero ágil. Alegre y juguetón, pero individualista. Colorido y chiquitín, veloz
y cantarín. Y sobre todo, bello e hipnotizador. Vegetariano y goloso, libando las flores
más exuberantes de la sierra, costa y amazonía ecuatoriana.
Siempre me
ha despertado simpatías. Quizás porque como en el caso de la Ceiba, para mí es
Latinoamérica y primeramente Cuba. Quizás porque sabía que llegaría Violeta, la
más bella colibrí.
En el otro
lado está el pelícano, más grandote, menos esbelto y colorido, pero también
bello, sobre todo cuando planea a ras de mar o cuando se lanza en picado para
pescar, pura elegancia! Aunque no parece que trabaje en equipo, es bastante
social, y al final del día se reúne con sus iguales para llegar a su hogar y
alcanzar su merecido descanso. Me gusta porque es constante y trabajador, todo
un proletario que sobrevive a pesar de la avaricia de las fragatas, el
equivalente a los banqueros en el mundo de las aves, que roban a lxs
trabajadorxs lo que tienen y lo que no. En lugar de pescar se dedican a tratar
de arrebatar al vuelo lo que otrxs han conseguido trabajando.
No creo que
consiga decidirme, tampoco hay necesidad.
Creo que
unos días seré colibrí, cuando quiera estar a mi aire, bailar una salsa o ska,
cuando busque el calor, cuando quiera cantar, cuando ande con prisas o me agite
el sol.
Otros me
convertiré en pelícano, y veré a través del agua lo que otrxs no ven. Viajaré
en familia y sentiré el viento en mi cara, defenderé mi trabajo frente a
oportunistas y ladrones, pasearé entre garzas y cormoranes, y me moveré serena
cuando salga la luna.
Pero si hoy
pudiera, aunque es un animal que nuncá me resultó simpático, me convertiría en paloma, volaría hasta el balcón de mi abuela (el más
bonito de Pedraza), me colocaría entre sus geranios, y la miraría tomar sus
aceitunas con cocacola…
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