Sin embargo, con
Latinoamérica y su corta “historia actual” (me refiero a la historia desde las
independencias de la corona española, cuando el subcontinente sur empezó a
pintarse con líneas a capricho), eso de las fronteras siempre me pareció algo
poco nítido. Entiendo las fronteras naturales, un océano, un río inmenso o una
cordillera, como barreras que durante mucho tiempo han mantenido alejadas a
algunos grupos de personas permitiendo tener características diferenciadas,
pero las fronteras actuales, no sé.
Resulta difícil
tratar de explicar todas las sensaciones y pensamientos que me acechaban al
traspasar cada una de las casi 10 fronteras de los últimos meses.
Pasamos de
Ecuador a Perú en barca, y aunque las banderas, la moneda y la publicidad de
productos de consumo o partidos políticos eran distintas, yo sentía a mi
alrededor la misma esencia.
Salimos de Perú
por una orilla lacustre, la orilla del Titicaca, y nuevamente tuve la misma
sensación, cambian las banderas, las monedas, las marcas e incluso la forma de
vestir, pero la esencia de las personas se mantiene.
Para mí estos
tres países son hermanos, y aunque los tres tienen una inmensa variabilidad de
vidas en su interior, los tres comparten esa esencia andina que se desborda
hacia este y oeste sintiéndose también es sus costas o selvas. La pacha mama
marca sus vidas, la mirada profunda indescifrable, la cortesía, la inocencia,
la sencillez se palpan y se repiten a lo largo del mapa. No tuve sensación de
haber salido de Ecuador hasta que…llegamos a Chile.
Cuando ya estaba
a punto de decir que eso de las fronteras en Latinoamérica es un invento,
¡toma! Pasas de Bolivia a Chile y de repente todo cambia, porque ahí tuvimos la
sensación de que TODO cambiaba, que empezaba un viaje nuevo. En primer lugar,
el aspecto físico que, aunque no deja de ser trivial al pensarlo con
profundidad, es tan relevante en ese continente donde el racismo no está
superado ni de lejos (como en el resto del mundo). Así que yo, con mi blancura
intensa, pasé desapercibida en Chile entre descendientes de alemanxs,
españolxs, inglesxs, italianxs o croatas.
Esto último fue
clave para comprender por qué esa frontera política, era también una frontera
humana. En Chile y Argentina los pueblos originarios fueron literalmente
barridos hacia el norte y el sur, cuando no directamente exterminados. Así que
la población que los habita actualmente desciende de migrantes de Europa, gente
emprendedora que hace 2 o 3 siglos llegó a nuevo continente para asegurarse el
futuro.
Y así, aunque
haya “ramalazos latinoamericanos”, la sensación de estar en algo parecido a
Europa, no desaparece (y no tiene que ver exclusivamente con la importantísima
presencia de empresas como bbva o el Santander). De hecho, la animadversión a
los colonizadores no existe, pues no había en la zona ningún imperio para
exterminar, y los pocos grupos aislados que vivían en esas tierras australes
fueron sencilla y eficazmente borradas del mapa.
Aunque no tuvimos
mucho contacto con comunidades Mapuches (algo así como los galos de Chile o
incluso de Sudamérica), no creo que sientan más odio por Colón y compañía que
por los que llegaron después de la independencia, pues aquí el exterminio fue
posterior a “la conquista”.
Pasar de Chile a
Argentina, aunque algo lento, no fue más que un trámite al más puro estilo
europeo (amenizado por una partida de Bingo en el bus que atravesaba la
cordillera uniendo ambos países) y la sensación en cuanto a fronteras humanas,
no cambió en exceso. De hecho, siguiendo con la línea de los orígenes, y
siguiendo con los estereotipos, en Chile tienen aire de descendientes de
alemanes y españoles, y en argentina de italianos y españoles.
De nuevo una
frontera acuática-fluvial nos sitúa en Uruguay, ese país que para muchxs es
algo así como una “provincia de Argentina”. Sin entrar en grandes profundidades
es cierto que la esencia es similar. Sin duda tener una historia prácticamente
paralela y esa proximidad geográfica tiene que notarse.
Lo siguiente ya
fue más duro, cualquier cambio de país por aire dificulta la asimilación y los
cambios, y más cuando haces algo más de 5000km. ¿Qué tienen en común Argentina
y Venezuela? Pues además de una inflación bruta e infinidad de recursos
naturales codiciados por medio planeta, no sé…
Después, las compañías
de bajo coste y la geografía caprichosa hacen que aparezcas en Curazao, antigua
colonia holandesa. Así que después de más de dos años en Hispanoamérica,
encontrarte con el papiamento, lengua local que es una curiosa remezcla de
español, portugués, holandés y la lengua de lxs esclavxs que fueron traídos
hasta este rinconcito del Caribe, resulta cuanto menos algo extraño. Mejor ni
intentar analizar las fronteras del Caribe, pues se repartieron las distintas
islas y archipiélagos como si fuera un pastel, y en muchos casos lo único en
común es el mar que los baña y el clima que hace que sean un destino vacacional
eterno.
Luego llegas a
Cuba, la isla más aislada de la historia y te das cuenta de la relevancia de
esa peculiaridad geográfica durante décadas. Y después te das cuenta de que lo
que la naturaleza y la política no permite, lo consigue el internet. Así, la
globalización llegó hasta el último rincón del caimán verde, el wifi, las
series de moda, los celulares y tablets, american idol y demás inventos están a
la orden del día. Cuba ya no es una isla mental.
El último paso
fronterizo fue el más extraño, de nuevo en casa. Sobrevolar la península se
hizo raro… ¿dónde están los andes? ¿y la Amazonía? ¿¿¿7º Centígrados???
¿Policías con barba? ¿Qué más vendrá, coches que se abren sin llave, con el
celular?
Y lo más
importante, es que al llegar a Barajas (me agarro al nombre del aeropuerto “de
toda la vida”) ves nuevamente ese simbolito de la unión europea, y recuerdas de
golpe el significado de ese círculo de estrellas. Esa unión que sirve para que
lxs que nacimos dentro no tengamos el menor problema para atravesar fronteras,
¡bienvenidxs eurpexs! Esa unión que hace que conseguir atravesar ese cercado de
estrellas punzantes sea un sueño para personas que huyen del miedo, la guerra,
la miseria, la ausencia de presente y de futuro, un sueño que se verá frenado
de la forma más humillante, y en ocasiones más violenta y deshumanizada que
podamos imaginar. El círculo es nuestro, y el resto del mundo también. Lo de
las fronteras no deja de ser un trámite…
Definitivamente... |