domingo, 4 de enero de 2015

Cuba IV. A la ciudad más bella del mundo.

Asere, esta ciudad está de pinga!!. Y esta ciudad es La Habana.

Comienza a amanecer, los primeros rayos de sol despiertan los árboles que por cientos pueblan el Vedado. Árboles que durante la tarde permitirán con su sombra eternas partidas de ajedrez y dominó, y que flanquean el corazón de este barrio habanero, la calle 23, permitiéndote en las primeras horas del día disfrutar de una de las más bellas estampas de la ciudad. Pararte en medio de esta hermosa avenida viendo cómo se pierde con fuerte pendiente en el océano y como esos carros de la década de los cincuenta te apuntan con sus faros y se acercan lentamente hacia ti, es como un viaje en el tiempo que sólo puedes darlo aquí. Esos Chevrolet, Ford y demás inventos, que podrían ser parte de un museo automovilístico, son esas máquinas o almendrones que hacen de 23 y su rampa hacia el malecón un lugar mágico.


Almendrones de cine en 23

Es mediodía, un sol impenitente se encuentra sobre tu cabeza y en las kilométricas calles de centro-habana la sombra es un milagro. Estas calles que unen el centro histórico con el Vedado son el verdadero alma habanero. La vista se pierde en un horizonte de casas y más casas de bellas columnas, balcones en equilibrio y maleza que las invade. Sus fachadas descarnadas, la ropa tendida que las oculta, los nuevos negocios de cuentapropistas, esconden pasillos angostos que terminan en desvencijados patios o empinadas escaleras. Pero esta belleza arquitectónica no es la única, porque la verdadera belleza se encuentra en la calle, una calle que a pesar del calor asfixiante está viva, los niñxs juegan al fútbol con las piedras por porterías, a la pelota con improvisados guantes y bates. Las esquinas multiplican la presencia humana en torno a la bodega donde recoger el pan o en torno al agro donde recoger las viandas y a veces el pollo o el puerco recién llegado. Los balcones sedes improvisadas del  chisme y las aceras que en ocasiones esperan al incauto turista, son un puro deleite que acaba en un símbolo de la ciudad, la escalinata de la Universidad.

El corazón de La Habana
La Universidad










 
La fortaleza del morro es uno de los lugares más hermosos desde donde divisar la puesta de sol, sobre todo en el verano cuando este se esconde bajo el mar. Desde este otro lado de la bahía puedes observar como la ciudad empieza a encender sus amarillentas luces y como reaparece la silueta de una Habana-vieja que culmina en el capitolio. Siguiendo el dibujo del perímetro habanero, se encuentra el interminable malecón, arropado por un cielo cada vez más oscuro en contraste con el horizonte resplandeciente de color anaranjado. Ver como el océano y la ciudad cambian de tonalidad y se preparan para la noche es un momento maravilloso. El rótulo en azul del Habana Libre al fondo marca este instante.

Desde el otro lado de la bahía
El cielo ya ha oscurecido, las estrellas asumen su papel preponderante y las nubes enmarcadas por el reflejo de una hermosa luna llena hacen del cielo un espectáculo. A la vez, esta luna se refleja en un mar que golpea sin descanso el malecón.


Cuando el día acaba este es el lugar, es el respiro de la ciudad, es la magia de la Habana. La brisa que habitualmente le recorre hace de éste el sitio perfecto para pasear, un tremendo olor a mar te invade al igual que el agua que incesantemente salta su muro. Un muro de vida, que tiene música, que sabe a ron y donde la Habana duerme sin prisa a esperar el nuevo día.

                              La Habana es la ciudad más bella del mundo 
                         y lo más bello de La Habana es su gente.


La maravilla

Inspirador...

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