Ha pasado más de un año desde que aterrizásemos por
primera vez en tierras Ecuatorianas, y aunque os hemos ido contando parte de
nuestras vivencias poco a poco, el fin de esa primera etapa nos hizo
reflexionar, sobre todo a la hora de decidir empezar nuevamente aquí.
Estas
son las conclusiones:
Ecuador es un país espectacular, con maravillosos
contrastes humanos y naturales. Es el país que nos ha dado un sinfín de
oportunidades a nosotrxs y a tantas otras personas que no veíamos posibilidad de
desarrollo (humano, profesional, espiritual, económico…) en nuestros países.
Las adaptaciones a veces no son fáciles, pero sin duda
esas dificultades que a veces parecen interminables nos han hecho crecer. Una
de las mayores ganancias ha sido la práctica de la tolerancia a la diferencia
en todos sus aspectos. Parece muy fácil decirlo, pero resulta complicado
conseguir cambiar el prisma con el que miramos las cosas, entender otros
valores y respetar otros tiempos sin caer en el eurocentrismo y perdernos en la
crítica eterna.
También podríamos resumir el año en cifras:
He escuchado unas 380 veces la pregunta ¿No tiene hijos?
¿Y no va a tener? Si supieran que me fui de España huyendo de esa pregunta…
Nos hemos desparasitado 2 veces, y a David le ha salido
un gusano de la boca.
Hemos comprado más de 100 galones de agua potable.
Nos han saludado y hemos respondido con un “Hola veci,
¿cómo le va?” más de mil veces, y hemos escuchado eso de "no sea malita" (=por favor) y "dios le pague" otras tantas.
Hemos pasado unas 150 horas en los buses que unen Quito e
Ibarra, y habremos visto unas 50 películas de acción, al menos dos de ellas en
chino y sin subtitular.
Hemos recorrido unas 200 veces el camino entre nuestra
casa y la de Ruth, Sebastião y Unai. Jugamos más de 30 partidas a la pocha, y
Ruth ganó casi todas.
Hemos okupado el maravilloso salón de Henar y Lucas más
de 10 veces, y hemos atascado su baño casi otras tantas (muchas conocisteis la
"fragilidad" de las cañerías ecuatorianas).
Nos encontramos un elipeño y una elipeña (adoptiva) en
Quito que pasaron a ser tres y que ahora están a miles de kilómetros de aquí.
Atendí unas 4000 consultas en casi 9 meses. Revisé a más
de 300 niñxs varias veces. Visité las Comunidades y barrios 5 o 6 veces al mes.
Desayuné con lxs abuelitos una vez por semana. Controlé el embarazo de más de
60 mujeres. Nació un niño en el Subcentro.
David recorrió a pie el camino que une Ibarra con La
Esperanza más de 30 veces, yo la mitad. (sólo de bajada…)
Fuimos ilustradxs sobre el mundo indígena (kichwa
karanki) en los más de 15 encuentros con la familia de Olguita.
Pasamos unas 50 horas conectadas al skype con familia y
amigxs.
Bebimos demasiadas botellas de Pilsener...
En este años me hice dos pasaportes nuevos y una cédula de identidad
En este años me hice dos pasaportes nuevos y una cédula de identidad
David pasó más de 300 horas en la azotea, lavando ropa a
mano mientras escuchaba la radio pública del Ecuador.
Me preguntaron 150 veces si soy gringuita o si puedo
enseñar inglés. Una vez me pidieron enseñarle ruso a un muchacho, y 5 veces me
felicitaron por haber aprendido a hablar español tan rápido.
No conseguí aprender más de 5 palabras en kichwa.
Cultivamos unos 3 kilos de tomates, y dos pimientos de
nuestra propia huerta.
Fuimos al cine a ver pelis ecuatorianas 8 veces.
Vivimos un temblor y una “amenaza de hecatombe”.
Cruzamos más de 100 veces la línea del ecuador.
Nos hemos comido unas 15 tilapias cada unx, con sus
inseparables helados de paila.
Cocinamos unos 2 kilos de arroz para hacer sushi casero.
David ha escuchado unas 20 veces el enlace ciudadano de
los sábados, y ha leído el periódico unas 365 veces.
Hemos recibido más de 10 visitantes, con lxs que hemos
compartido centenares de kilómetros de carreteras y mil experiencias lindas.
Me han llamado “doctorita” unas 2000 veces y a David
“licen” otras tantas.
Visitamos 5 o 6 veces el museo Guayasamín sin dejar de
conmovernos, yo lloré dos veces.
Hemos conocido más de 30 clases de colibríes (la más linda
está en España).
Nos han picado unos 500 mosquitos, y mordido unas 300
hormigas, por suerte no conocimos la temible Conga.
Sobrevivimos a la escasez de oxígeno por encima de los 2200 metros.
David celebró sus 40 deliciosamente acompañado.
Y sumando todas esas cifras, el resultado es que tenemos
ganas de aumentarlas y sumar nuevos valores. Así que aquí estamos de nuevo, con
ganas de vivir una nueva etapa y con nuevos sueños. El dónde y el cómo…ya
llegarán.
Y la coletilla del final, que no falte… Estemos donde
estemos, esperamos vuestras visitas!!
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