En Bahía nos encontramos ahora en ese auge playero y sin
embargo apenas se perturba su paz. Salir a sus calles, aún siendo demasiado
anchas para el tamaño de la población, es
una cura de estrés (siempre que lo hagas con alguna nube como aliada), los
hermosos soportales y el arbolado central te hacen contagiarte de una parsimonia,
que se mimetiza con el rodar de los bicitaxis o de las hiperpobladas motos que
circulan por debajo de la velocidad permitida. La temperatura entre 25ºC y 30ºC
te obliga a no tener prisa y la brisa que habitualmente sopla te hace disfrutar
del caminar. Vayas donde vayas triunfan las chanclas y una ropa que permite percibir
la robustez tostada de lxs manabitas. Y cuando hay lluvia es aún mejor, el
frescor inunda la ciudad y las calles se vuelven improvisados ríos que no
impiden la cotidianidad.
Calles o ríos |
Pero lo mejor de Bahía es su ubicación, rodeada de agua y cercana
a lugares como isla corazón (Refugio Nacional de vida silvestre) que nos regala
un mundo de manglares y de aves maravilloso.
Como podéis pensar, adaptarme a este contexto no me ha
costado mucho y he de decir que a Lucía tampoco. Si el año pasado quedé
sorprendido por el efecto de las nubes en nuestro entorno volcánico de Ibarra,
ahora lo estoy aún más con las mareas.
Bahía queda encerrada por las playas del pacífico y por las
playas del estuario del río Chone, cada una de ellas sufre la subida y bajada
de la marea de distinta manera y además es cambiante en el tiempo. En estos
días hemos sufrido el “aguaje”, yo tampoco sabía a que se referían y en la
calle he sido incapaz de entenderlo completamente, pero internet me enseñó que
son subidas extraordinarias de la marea que se producen durante los siguientes
tres días después de la luna llena y la luna nueva.
Y, ¿todo esto es importante? Sí, para pescadores, para la
cría del camarón, para el personal de limpieza costero, para la prevención de
inundaciones y sobretodo para mí. Las cuestiones que se me plantean con ello
son: ¿A qué hora podré correr por la playa de los acantilados?, ¿me podré bañar
en la playa del pueblo?, ¿podré atravesar de ésta a la playa del río?, ¿dónde
podré ver la puesta de sol, en la arena o tendré que subirme al malecón?, son preguntas
muy importantes para disfrutar con plenitud el día a día.
Exactamente ahora mientras el sol comienza a rozar el
horizonte que dibuja el Pacífico e
ilumina plenamente las costas polinésicas (ayer vimos la película Kon-Tiki,
donde se intentaba demostrar que fue desde tierras andinas desde donde llegaron
lxs primerxs habitantes de la polinesia), disfruto viendo una bandada de
pelícanos que levitando sobre el agua se encaminan tierra adentro hacia sus
nidos, fragatas que rodean las barcas de pescadores a la espera de su
recompensa y con la bajada de la marea actual, se descubre un nuevo mundo que
pájaros de largos picos aprovechan sin descanso.
A veces pienso que después de este tiempo, cuando llegue a
Madrid, ¿qué me sorprenderá?, ¿Ir a trabajar?
No hay comentarios:
Publicar un comentario