domingo, 8 de septiembre de 2013

Ecuador XI. Oro verde, Oro amarillo


Abandonamos la provincia de Loja con el bus que va directo a Zaruma, casi la mitad del camino (más de 2 horas) es por una carretera, o más bien pista forestal, al borde de precipicios impresionantes con unas vistas preciosas.

Una vez que entramos en la Provincia de El Oro, reaparece el asfalto. Remontamos el río Amarillo, esta es zona de minería, fundamentalmente oro, por eso el río parece tan sucio (después nos confirman que está contaminado) y la ciudad de Portovelo tiene un ambiente tan decadente.


La carretera empieza a subir nuevamente (¡con lo que nos costó bajar!), en la cima de una montaña está Zaruma, una población un tanto pintoresca, con casas de techos altos y soportales y balcones de madera pintados de distintos colores. Me parece bonita y tranquila, contrasta mucho con Portovelo a sólo 10 km de distancia. La causa debe ser que aquí vivían los propietarios de las minas y Portovelo era el campamento donde se alojaban los trabajadores de las mismas.

Una de las minas que recorren el subsuelo del pueblo se puede visitar, la mina del Sexmo, llamada así porque tras regalarle a Felipe II una pepita de oro de gran tamaño, éste decidió reducir el impuesto que la mina pagaba a la corona de 1/5 a 1/6. La visita es gratuita y guiada, incluso te prestan botas y casco como medida de seguridad. Es muy interesante, te ayuda a imaginar cómo sería trabajar en esas condiciones. Y la pregunta que me ronda la cabeza es cuánta gente moriría trabajando aquí. La guía nos dice que no se sabe, la vida de los trabajadores, en su mayoría indígenas, tenía tan poco valor para los propietarios y autoridades, que esas cifras nunca se han llegado a estimar, o al menos a publicar.

Una vez conocida la tierra el Oro amarillo, vamos a conocer la del Oro verde, en la costa, donde hay extensiones inmensas de cultivo del plátano, que se considera el Oro verde ya que es uno de los principales productos de exportación del Ecuador (junto con los camarones, las rosas y el oro). Y dejando atrás las montañas andinas llegamos a Machala, ciudad de Pacífico y capital de la provincia.

La ciudad, no tiene demasiada gracia, pero si nos permite ver por primera vez ese contraste del que tanto nos habían hablado entre el carácter de la gente de la costa y de la sierra. El ambiente nos recuerda un poco al caribeño (salvando las distancias) y es que la ropa, los gestos, e incluso la manera de caminar es diferente a lo que hemos visto hasta ahora. También el ruido de la ciudad es diferente, más reggaetón, más gritos…más barullo.

Desde Machala se puede llegar en bus urbano a Puerto Bolivar, donde cogimos una embarcación para ir a la isla de Jambelí. El viajecito en barca es para comentarlo…para empezar, aunque había un cartel con los horarios, no sale hasta que no se llena (y caben unas 40 personas); luego está el tema de la seguridad, no hay chalecos salvavidas ni para la mitad de la gente (familias completas, muchas de ellas indígenas que por la ropa nunca te habrías imaginado que iban a la playa), y estoy segura de que la mayoría no sabe nadar; y por último, las dotes del “capitán” que para atracar pega un golpetazo contra el embarcadero que bien podría haber roto la proa. Debe ser que el también aprendió a aparcar de oído. La gente se reía…él también.

Llegamos por fin a la playa, plagada de carpas (tienditas de campaña) y sombrillas en primera línea que te alquilan por 5$. Con el sol que hace mejor tener resguardo, así que nos afincamos. El agua está bastante sucia, plásticos por todas partes, y es que aunque hay cientos de carteles para no botar la basura, no se les hace demasiado caso. Aprovechamos para comer camarones (¡apanados!) y sentir el ambiente playero Ecuatoriano. Familias de hasta 15 personas agrupadas bajo una sombrilla, en las que el abuelito, de aspecto indígena va abrigado hasta con bufanda. Y los bañadores femeninos…encontramos todo tipo de formatos, mallas y camiseta, bañador sobre ropa interior, pantalones vaqueros cortos y top…creo que yo era la única en bikini, ¡me sentía casi como en la India! David se bañó, aunque no creo que recuerde ese chapuzón entre plásticos como uno de los más placenteros.

Y así termina nuestra primera aventura playera en el Ecuador.

1 comentario:

  1. ¡Qué gusto recorrer Ecuador de vuestras manos (las que escriben)! Nada, esperando el próximo episodio...¿Ibarra de nuevo?. Besos

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