Abandonamos la provincia de Loja con el bus que va directo a
Zaruma, casi la mitad del camino (más de 2 horas) es por una carretera, o más
bien pista forestal, al borde de precipicios impresionantes con unas vistas
preciosas.
Una vez que entramos en la Provincia de El Oro, reaparece el
asfalto. Remontamos el río Amarillo, esta es zona de minería, fundamentalmente
oro, por eso el río parece tan sucio (después nos confirman que está
contaminado) y la ciudad de Portovelo tiene un ambiente tan decadente.
La carretera empieza a subir nuevamente (¡con lo que nos
costó bajar!), en la cima de una montaña está Zaruma, una población un tanto
pintoresca, con casas de techos altos y soportales y balcones de madera
pintados de distintos colores. Me parece bonita y tranquila, contrasta mucho
con Portovelo a sólo 10 km de distancia. La causa debe ser que aquí vivían los
propietarios de las minas y Portovelo era el campamento donde se alojaban los
trabajadores de las mismas.
Una de las minas que recorren el subsuelo del pueblo se
puede visitar, la mina del Sexmo, llamada así porque tras regalarle a Felipe II
una pepita de oro de gran tamaño, éste decidió reducir el impuesto que la mina
pagaba a la corona de 1/5 a 1/6. La visita es gratuita y guiada, incluso te
prestan botas y casco como medida de seguridad. Es muy interesante, te ayuda a
imaginar cómo sería trabajar en esas condiciones. Y la pregunta que me ronda la
cabeza es cuánta gente moriría trabajando aquí. La guía nos dice que no se
sabe, la vida de los trabajadores, en su mayoría indígenas, tenía tan poco
valor para los propietarios y autoridades, que esas cifras nunca se han llegado
a estimar, o al menos a publicar.
Una vez conocida la tierra el Oro amarillo, vamos a conocer
la del Oro verde, en la costa, donde hay extensiones inmensas de cultivo del
plátano, que se considera el Oro verde ya que es uno de los principales
productos de exportación del Ecuador (junto con los camarones, las rosas y el
oro). Y dejando atrás las montañas andinas llegamos a Machala, ciudad de
Pacífico y capital de la provincia.
La ciudad, no tiene demasiada gracia, pero si nos permite
ver por primera vez ese contraste del que tanto nos habían hablado entre el
carácter de la gente de la costa y de la sierra. El ambiente nos recuerda un
poco al caribeño (salvando las distancias) y es que la ropa, los gestos, e
incluso la manera de caminar es diferente a lo que hemos visto hasta ahora. También
el ruido de la ciudad es diferente, más reggaetón, más gritos…más barullo.
Desde Machala se puede llegar en bus urbano a Puerto
Bolivar, donde cogimos una embarcación para ir a la isla de Jambelí. El
viajecito en barca es para comentarlo…para empezar, aunque había un cartel con
los horarios, no sale hasta que no se llena (y caben unas 40 personas); luego
está el tema de la seguridad, no hay chalecos salvavidas ni para la mitad de la
gente (familias completas, muchas de ellas indígenas que por la ropa nunca te
habrías imaginado que iban a la playa), y estoy segura de que la mayoría no
sabe nadar; y por último, las dotes del “capitán” que para atracar pega un
golpetazo contra el embarcadero que bien podría haber roto la proa. Debe ser
que el también aprendió a aparcar de oído. La gente se reía…él también.
Llegamos por fin a la playa, plagada de carpas (tienditas de
campaña) y sombrillas en primera línea que te alquilan por 5$. Con el sol que
hace mejor tener resguardo, así que nos afincamos. El agua está bastante sucia,
plásticos por todas partes, y es que aunque hay cientos de carteles para no botar
la basura, no se les hace demasiado caso. Aprovechamos para comer camarones (¡apanados!)
y sentir el ambiente playero Ecuatoriano. Familias de hasta 15 personas
agrupadas bajo una sombrilla, en las que el abuelito, de aspecto indígena va
abrigado hasta con bufanda. Y los bañadores femeninos…encontramos todo tipo de
formatos, mallas y camiseta, bañador sobre ropa interior, pantalones vaqueros
cortos y top…creo que yo era la única en bikini, ¡me sentía casi como en
la India! David se bañó, aunque no creo que recuerde ese chapuzón entre plásticos
como uno de los más placenteros.
Y así termina nuestra primera aventura playera en el
Ecuador.
¡Qué gusto recorrer Ecuador de vuestras manos (las que escriben)! Nada, esperando el próximo episodio...¿Ibarra de nuevo?. Besos
ResponderEliminar