Estamos
en el último mes del año y climatológicamente poco o nada ha cambiado, apenas llegaron
algunas lluvias que aparecen en la tarde-noche y que sirvieron para intensificar
el verde de los alrededores.
Pero la
noche de ayer fue la más lluviosa desde nuestra llegada a Ibarra y así lo
atestiguaban nuestras tomateras que rebosaba agua al amanecer. Debido a esto la
ciudad amaneció con un brillo especial, las nubes no permitían la presencia del
sol, pero la luz del día mostraba las montañas
con una paleta de colores fabulosa. Así que para disfrutar de ello he decidido
ponerme mi traje de caminar y respirar aire puro.
En
apenas diez minutos, y cuando ya he conseguido sintonizar la radio de la Asamblea
en mis auriculares, me encuentro frente a una calle ancha e interminable que se
pierde kilómetros más arriba en las faldas del volcán. Su nombre es la Avenida
del Retorno y este se lo debe a haber sido el lugar por donde volvieron los
habitantes de la ciudad después del último terremoto importante que asoló estas
tierras a finales del siglo XIX.
La
primera parte del camino discurre por territorio urbano, y pequeñas
cucarachitas de hermoso pelo negro te rodean por todas partes, siempre cargadxs
con sus mochilas en la espalda y sin
parar de comer salchipapas, cevichochos o un simple helado. Corren, juegan,
suben, y bajan del autobús y casi siempre sin la presencia de adulto alguno.
Poco a poco el tipo de vivienda va cambiando y la ruralidad va ganando la
batalla. Los perros, vacas, gallinas, huertas, maizales y eucaliptos van
sustituyendo a las personas y el ruido de los coches deja paso al de los
pájaros, aunque nunca estás a salvo de esos ruidosos buses que parece van a
caer derrotados después de su último estertor de humo negro.
Durante
este camino que no deja de subir, sólo deseas que el sol no haga acto de
presencia y que las nubes sean lo suficientemente espesas para no permitir su
paso, porque eres consciente de su efecto en tu piel al estar en el Ecuador y
cerca de los 2500m de altitud. Aún así como la pendiente no cesa, el sudor
termina apareciendo, aunque al menos la falta de oxígeno no es tan patente como
en los primeros meses. Poco a poco el verde te rodea y aún no tratándose de un
bosque húmedo o de las maravillas tropicales del país, el paisaje te envuelve y
lo disfrutas.
Después
de una hora y media por el camino más directo o de dos horas y media si elijo un
camino más atractivo, llego a mi destino y cuando miro a mi alrededor recuerdo
que hace un par de fin de semanas nos llevaron a visitar la Mitad del Mundo,
donde te emociona colocar un pie en el norte y otro en el sur, pero realmente
aquí es cuando me siento en la mitad del mundo o quizá en su centro mismo.
Es un
lugar privilegiado en sus 360 grados, sobre tus hombros se alza el volcán
Imbabura, montaña que como un faro sirve de vigía a la ciudad y que se cubre y
descubre constantemente a capricho de las nubes. A tu espalda la línea quebrada
de verdes montañas desemboca en una inmensa y maravillosa fuerza de la
naturaleza, el Nevado Cayambe, tercer pico del Ecuador con sus 5790m y con
nieves perpetuas, aunque a decir verdad su visión no es sencilla ya que las
nubes no dejan de abrazarlo. A tu izquierda y como acompañante fiel del
Imbabura puedes ver el volcán Cotacachi
que no alcanza los 5000m por escasos metros, hecho que en este país apenas te
permite un ligero toque nevado en la cima (como dice Laura, parece que le
hubieran mojado la puntita en azúcar glace). Su cráter es una laguna burbujeante
que enfría su caliente interior. Y al frente y desde la altura divisas la
ciudad blanca a tus pies, rodeada de unas montañas peladas que dan paso al
valle afroecuatoriano y que continúan sin descanso hasta penetrar en la hermana
Colombia, dejando a su derecha una
enorme V casi siempre desbordante de nubes, que te marca el camino hacia la
costa frondosa, selvática y casi impenetrable del norte ecuatoriano.
Y de
aquí del centro del mundo justo a las
16:30 entre niñxs que corretean y mujeres que cargan con los más pequeñxs, en
pleno mundo indígena sale la doctorita Martínez.
Nevado Cayambe a la vista |
Cráter inundado |
Sin necesidad de palabras |
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