martes, 17 de junio de 2014

Ecuador LXI. La Doctorita en acción II. Medicina Comunitaria



Siguiendo con la idea de contaros algunas de las cosas vividas en el curro los últimos meses, paso a contaros una faceta de mi trabajo que no había podido desempeñar en España, la parte Comunitaria.


La medicina Comunitaria conlleva la inversión de los papeles, en lugar de ir lxs pacientes al centro de Salud (nuestro templo), la doctorita se traslada a la Comunidad para hacer fundamentalmente labores de prevención y promoción de la salud, y en algunos casos, labor curativa.



En el caso de Ecuador, el Ministerio está intentando aumentar de manera exponencial el número de especialistas en Medicina Familiar y Comunitaria, pues como se ha demostrado en muchos países, es la forma más rentable (y humana) de invertir en salud. Así cuando yo llegué al país hace 1 año había unos 300 médicos de familia en todo el país, y ahora se están formando unos 40 en cada provincia al año. Aspiran a tener unos 5000 especialistas más en unos años. Mientras, tratan de suplir “el déficit” con lxs que estamos dispuestxs a venir.


Además, tratando de reforzar la base de la atención sanitaria, han creado la figura de lxs Técnicxs en Atención Primaria, que son miembros de la Comunidad que se capacitan (una especie de FP de 2 años) para poder trabajar como agentes de salud e intermediarios entre la comunidad y lxs profesionales. Trabajar con ellxs es un lujo, porque además de conocer la zona al dedillo, son imprescindibles para la traducción kichwa-español y romper las barreras culturales. En mi caso han sido las personas de las que más he ido absorbiendo información sobre las costumbres de la cultura kichwa.


Mi zona, es bastante rural, y de mayoría indígena, así que la parte de Comunitaria adquiere aun más valor. Todo lo que hacemos fuera del centro se llama actividad extramural, y afortunadamente, hay bastantísimo trabajo. Aquí va un pequeño resumen.

Estuvimos yendo a las comunidades indígenas y barrios para hacer controles a niñas y niños dentro de un proyecto llamado “Creciendo con nuestros hijos”, perteneciente al Ministerio de Inclusión Económica y Social (MIES). El objetivo es mejorar las condiciones de vida de niñxs de hasta cinco años cuyas familias están en riesgo de exclusión y/o pobreza. Cada semana son visitadxs en sus casas por personal del MIES, y un par de veces por año les visitamos en el barrio o comunidad para hacer revisiones de salud, desparasitar, dar suplementos vitamínicos… Muy parecido a lo que hacemos en la consulta, pero es bastante agradable atenderlos en su ambiente.
Hacemos controles similares en las escuelas y colegios una o dos veces por año.


También hemos salido a visitar personas con discapacidad, que también pertenecen a un proyecto del MIES, por el que reciben ayudas económicas o materiales (recientemente han estado repartiendo camas y colchones).


Otra de las actividades ha sido salir a hacer visitas a mujeres recién paridas y sus bebés. Sobre todo en los casos de parto en la casa, para comprobar que el bebé está bien, ver cómo val la lactancia, entregarle hierro a la madre, ofrecerles la prueba del talón y los controles en el centro, o lo que se tercie (en alguna ocasión me ha tocado ayudar a bañarlos). Os podéis imaginar la sensación cuando veo una bebita de 24 horas, toda envueltita en paños porque esas casas no tienen calefacción, y a veces ni cristales en las ventanas, con su mama de 17 años, unos cuantos primos alrededor, e incluso algún perro o pollo paseando por la habitación. Ya os decía yo que son supervivientes. 



Y ahora vienen mis dos actividades favoritas, y de las que me he encargado semanalmente los últimos 6 meses. Estos dos grupos me han aportado tantas vivencias que creo que se merecen relato aparte, pero al menos os los voy presentando.


Uno es el grupo de “Adultxs mayores”. Son las personas mayores de 65 años, que diariamente se reúnen en un local construido por el gobierno parroquial, el Centro Integral del Adulto Mayor, donde realizan manualidades, bailan, comparten su soledad, desayunan y comen. Algunas de ellas están en una situación bien precaria, problemas de salud, discapacidad, desnutrición, violencia, abandono familiar, etc. así que ir al Centro cada día, les da la vida (y en muchos casos las dos únicas comidas que toman al día). Y ahí he estado yendo yo más o menos una vez por semana, a ver a mis abuelitas y abuelitos, a darles atención, en sentido médico y en el sentido más amplio, a mirarlxs y escucharlxs. Me han acogido con un cariño inmenso, tanto así que si alguna semana no he podido ir, cuando reaparezco me reciben con aplausos, me abrazan, me besan y me magrean. Creo que son tan cariñosxs y agradecidxs porque se han sentido siempre abandonadxs. Siempre acaban con lo de “muchas gracias doctorita, dios le pague doctorita”, menos mi querido Segundo Rainaldo, que se despide con “muchas gracias compañerita”, y a mi se me enamora el alma, se me enamora…


Dibujando a ciegas
La otra maravillosa actividad comunitaria de la que me he estado encargando es un grupo de adolescentes de uno de los colegios de la parroquia. Desde el centro se intenta trabajar especialmente con adolescentes, por los problemas de embarazos no deseados, violaciones, droga y violencia intrafamiliar que hay en la zona, así que hay grupos en los distintos colegios. A mi me tocó empezar con un grupo 2de nuevas”, y de tan nuevas, porque yo nunca había trabajado con grupos, y menos de adolescentes. De hecho me acojonaba un poco porque, por lo que siempre me ha contado David de su día a día y lo que he podido apreciar yo al irlo a buscar alguna vez, tenía ciertas reservas con la chavalada. El caso es que, con toda mi motivación, un poco de pánico escénico y la falta de experiencia, empecé poco a poco, tratando de conocernos para abordar temas como la autoestima, el género, la violencia o la sexualidad…y haciendo además dinámicas para recrearse un poco y que perdieran el miedo a expresarse (Gracias Guille y Susana por las dinámicas!)

Analizando estereotipos
 Y así ha sido como he ido conociendo la zona, caminos y caminos, lomas y lomas, quebradas y quebradas y perros y perras. También me ha permitido meterme en sus vidas, en sus casas, sus escuelas, comer con ellxs, compartir ratitos y hacer lo más bonito de mi trabajo, el seguimiento. Esto aumentó el vínculo con “mi gente”, y desde luego ha sido un gran respiro y alivio salir de “los muros” del centro de salud y trabajar más a mi aire.

Un mundo detrás de los muros

1 comentario:

  1. que lindo lucia!!! como te echo de menos!!me dan ganas de llorar lleerte y tb de irme contigo a hacer trabajo comunitario, no necesitan por ahi trabajadores sociales venidas a bailaoras?
    un abrazo!! te quiero!!!

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