¿Cómo es Vivir en Ecuador?, pues depende a quién le
hagamos esta pregunta. Eso sí, gran parte de la población no se lo plantea,
simplemente vive.
Vivir en Ecuador pueden ser las manos callosas de los
indígenas andinos que pasan sus días en el duro trabajo agrícola y sus noches
en la fría cordillera, pueden ser los rasgos orientales de un indígena
amazónico al que arrancaron de su entorno los invasivos misioneros o las
invasivas petroleras en busca de mano de obra barata, puede ser la piel blanca
y arrugada de un gringo jubilado que decide pasar sus últimos años en tierras
primaverales, puede ser la piel negra de un afroecuatoriano que lucha por ser
uno más en un país en el que vive por generaciones, puede ser la piel cuidada y
perfumada de un aniñado del norte de Quito o de una isla exclusiva de
Guayaquil, pueden ser el rostro y el cuerpo cubierto de los pescadores
artesanales de las costas pacíficas que se protegen así del sol, puede ser el
desconocimiento que tenemos sobre los pueblos en aislamiento voluntario (Tagaeri,
Taromenane) en el interior de la selva, y puede ser la mirada de jóvenes
españoles que tras ser expulsados de su país disfrutan y aprenden de una vida
diferente. Quizá me quede con esta última visión de lo que significa vivir en
Ecuador por resultarme la más cercana y sencilla de explicar.
Vivir en Ecuador es fundamentalmente una vuelta a la
importancia de la naturaleza, a la cercanía con la tierra, a la sencillez, a la
necesidad de las lluvias para el cultivo, a la temporalidad de frutas y
alimentos, a las mareas y temperaturas oceánicas que nos proporcionan unos
peces u otros, a una vida entorno al sol, a despertar con el amanecer y a descansar
con el atardecer, a reconocer la pachamama como el centro y a aprender de su
furia en forma de deslaves, sismos o erupciones.
Vivir en Ecuador es complejo, es mancharte los pies de
lodo negro para construir futuro en forma de casa de adobe, es también
mancharte las manos de petróleo negro que destruye futuro, es luchar día a día
para salir adelante, es improvisar para avanzar, es enfrentar los problemas sin
estridencias, es lidiar con el “quemeimportismo” imperante.
Vivir en Ecuador, es tener la naturaleza al alcance de
tu mano, es disfrutar del vuelo raso de un pelícano, del sonido de la lluvia en
los techos de cinc o palma, de las nubes que esconden los glaciares a capricho,
de la bruma que desprende un rio amazónico al anochecer, de un sabroso encocado
de pescado a la orilla del pacifico y de una raída hamaca donde hacer su
digestión.
Vivir en Ecuador, es vivir en un país al que robaron el
pasado, en un país con baja autoestima, en un país restringido para las
mayorías y en el que se sometió al indígena, al negro y al mestizo, en un país
secuestrado por y para unas élites, pero que últimamente intenta despertar.
Vivir en Ecuador en la actualidad es observar como las oligarquías
no permiten avanzar, como poseen el control de los medios de producción y
comunicación, es soportar el peso abrumador de la iglesia y es ver como los
movimientos sociales fueron asimilados por el gobierno. Aún así, vivir en
Ecuador es vivir en un país joven y en cambio continuo hacia un mejor vivir.
Pero vivir en Ecuador para mí es sobretodo aprender,
aprender tantas cosas que a mi eurocentrismo u occidentalismo les cuesta mucho entender
y cumplir un viejo anhelo de vivir el latinoamericanismo de cerca.
Eso sí vivir en Ecuador, a veces no te permite
disfrutar de los primeros momentos de Pablo, de Amaya, de Martín o de Syntagma,
tan lejos pero tan cerca.
Convivencia |
Con el sur a la izquierda |
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