Poco después de cumplir 9 meses en el Ecuador, como
periodo simbólico en el que algo se gesta, damos por finalizado nuestro primer
intento de huerto en el balcón.
Como experiencia iniciática no ha estado mal, nos tocó
luchar con hongos, gusanos, exceso de agua, exceso de sol y las tijeras
inquietas de la casera. Lxs que habéis podido disfrutar de ellos habréis
comprobado el rico sabor de los tomates orgánicos, sin pesticidas ni
fertilizantes. (Aprovecho para recomendaros un corto que hizo aumentar mi amor por
este maravilloso vegetal, “2 tomates y un destino”)
Y así, este triste solitario hace que cerremos la
temporada de tomates. Parece que ha estado resistiendo la última semana, en la
que se alternaban un día de sol ardiente ecuatorial con otro de lluvia y nubes,
con el fin de que nuestra próxima visita lo pudiera probar.
Ya lo hemos cosechado, será nuestro aperitivo de
bienvenida ya que no queréis Chontacuros… (Entonces, el jamón lo ponéis
vosotrxs)
Las despedidas son tristes y cerrar etapas a veces no
es sencillo.
Cuesta despedirse de la frasecita: “Lu, subimos a coger
algún tomate para cenar” igual que costó despedirse de nuestras últimas
visitas. Pero no hay pérdida sin ganancia, ahora tenemos espacio para plantar
acelgas y todas esas semillitas que nos dieron Lucas y Henar. Y como en la vida
todo fluye y las vistas son como la energía, no se destruyen, se transforman, anunciamos
la llegada de Elena (nuestra periodista favorita) y Julito (nuestro tito Gilito
preferido, perdón! tanta renta que te renta me confunde…)
¡¡Aquí os esperamos!!
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