Ecuador sufre un terremoto de 7,8 en la escala Richter. El
peor que sufre el país desde 1979. Sabemos de la noticia en la Habana, con
ansiedad miramos los teletipos de Telesur para saber el epicentro, la magnitud,
cada detalle. Necesitamos saber.
Inicialmente la mente se asombra con la fuerza de la
naturaleza, como con cualquier otra sacudida en la otra punta del planeta, como
con los efectos de un huracán en el caribe, un tifón en Asia o inundaciones en cualquier
rincón del mundo. Sin duda es un espectáculo, terrorífico y destructivo, pero
espectáculo.
Lo siguiente es mirarse el ombligo, e inevitablemente
exhalar un suspiro de alivio, ufff… de la que nos hemos librado. Hablamos de qué
nos habría pasado, a esas horas estaríamos probablemente en la playa, o tal vez
duchándonos en casa, o de camino al supermercado, o… Me acuerdo de esa mochilita
de emergencia que tuve preparada durante meses y que a David le daba risa,
recuerdo también el episodio que vivimos con Marco y Joana hace casi dos años
en el centro de Quito y me parece un tanto ridículo. Me siento aliviada de no
haber vivido algo así, y siento que somos un poco cucarachas, abandonamos los
barcos antes de que se hundan (simultáneamente vemos las noticias de
inundaciones en Chile y en Uruguay, lugares que hemos visitado recientemente).
Parece que vamos esquivando peligros.
Una vez superada la fase egoísta, llega el momento en el que
corazón se encoge, y los nombres, las caras y los lugares te sacuden con una
magnitud mayor a la del sismo. ¿Cómo estarán Lucas y Henar? ¿Wachito y su
familia? ¿Eliana y su bebé? ¿el resto de mis alumnxs y compañerxs de trabajo?
¿el del bar de la esquina? ¿la muchacha del supermercado? ¿Ana y su familia?
¿Fernando y su tienda? ¿quedará algo de la que fue nuestra casa?
Conseguimos conectar y enviar mensajes, a la vez entran
cientos de lxs que desde España habéis sabido de la noticia. La emoción me
abruma, empezamos a conocer detalles. La zona más afectada es la costa, y
especialmente nuestra querida provincia de Manabí. Bahía de Caráquez
destrozada, Canoa destrozada, decenas de muertxs en Portoviejo… vemos imágenes
de Bahía que terminan de romper el nudo en la garganta. Dolor… Angustia…
Tristeza…
Qué ganas de estar allí, de ayudar, de consolar, de
acompañar, y sobre todo de saber, pues para nosotrxs, todo ese sufrimiento
tiene rostro y nombre. ¡Qué impotencia! ¿Qué hacemos?
De
momento seguir esperando noticias, con el corazón encogido y la mente en
Ecuador, nuestro Ecuador querido.
Luchi qué crónica esta que me hace llorar y decirte que junto a sanar debes dedicarte en serio a escribir. Un beso. También yo me siento egoista al respirar hondo y saber que lo tengo aquí y ahora quiero abrazarte a ti y a David. Los llamo y no están, pero quizá mañana estemos juntos celebrando por la vida.
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