El valle comienza en las cercanías de la ciudad capital del
imperio inca, el Cusco, y termina en las verdes paredes montañosas que
encierran el lugar más sagrado y más bello que nos dejaron, el Machu Picchu.
La belleza del Cusco es incuestionable, aunque los restos
incaicos en la propia ciudad son escasos debido a la intervención hispana. En
la actualidad lucha por mantener una esencia que le disputan las hordas de
turistas que lo visitan y que portan su cámara fotográfica y su nueva chompa de
alpaca por todos los rincones del centro histórico.
Imagen del Qosqo |
Lo mismo ocurre con Machu Picchu, pero, aunque es abordado
los 365 días del año por masas ingentes de visitantes, continúa siendo un lugar
con un halo de magia, ubicado en un lugar casi imposible y con una belleza
sencilla pero sobrecogedora.
Enigmático |
Y Ollantaytambo se encuentra entre ambos lugares, con sus
apenas 2000 habitantes es el sitio que más ha conservado la arquitectura inca
en la propia población. Se sitúa en el valle del rio Urubamba y se encuentra
acorralada por enormes montañas pedregosas y nevados andinos que sólo dejan
espacios para los cultivos de maíz. Mantiene sus hermosas calles de piedra por
donde aún transitan los canales de agua que diseñaron los incas para poder
abastecer casas y campos. Muchas de las viviendas mantienen los cimientos
incaicos, donde observas y te deleitas con sus rompecabezas de piedras. Pensar
cómo aquellas gentes eran capaces de moldear la piedra de esta manera, de
construir este tetris de granito y de cómo era el transporte sin el uso de la
rueda es sorprendente y es más aún cuando ya usaban su conocimiento antisísmico
para construir puertas y ventanas de forma trapezoidal.
El momento en el que cae el sol y comienzan a encenderse
los faroles amarillentos en sus calles estrechas y vacías te envuelve y te teletransporta
siglos atrás, haciéndote pensar una y otra vez como sería el mundo si el afán
imperialista no hubiera sido el motor de nuestras sociedades.
Qué sería de esta hermosa tierra sudamericana sin ese afán
conquistador, sometedor, aniquilador de la sociedad europea y ese afán
expansionista de la iglesia católica. Pero no lo dejo ahí, qué sería de esta
tierra andina si no hubiera sido sometida al imperio inca. Aquí se preguntan
cómo pudieron unos cuantos españoles acabar en tan poco tiempo con un imperio
incaico tan poderoso, y la repuesta está en su propia actitud imperial y de
sometimiento a civilizaciones que más tarde les dieron la espalda y, aunque con
engaños, acabaron ayudando al vándalo Pizarro. El propio incariato, con su
división en las manos de Huascar y Atahualpa a la muerte de su padre Huayna
Cápac, fue escribiendo su defunción debido al afán de poder de éstos.
Ciertamente los incas fueron más respetuosos con las
creencias y deidades de los pueblos a los que subyugaron que lo que serían los
españoles, pero no dejaron de ser un imperio más. Lo que si causa cierta
tristeza es ver como los auténticos herederos de aquel imperio que tanto
enorgullece al Perú, son hoy y desde hace quinientos años los más marginados en
la sociedad. Cómo sería un Perú gobernado por el indigenismo, con su apego y
armonía con la Pacha mama, con su inocencia, con su trabajar duro, con su
hospitalidad, con su sencillez y complejidad a la vez, en fin, con su
cosmovisión.
Lo malo es que no nos dejaran estos bellos paseos por
Ollanta o esa imagen del Machu Picchu y si quizá nos dejen un Sillicon Valley,
un Pentágono o un McDonald’s en la calle 72.
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