jueves, 26 de noviembre de 2015

Perú XI. Postales del Perú

Recién nos despedíamos del Perú cuando nos dimos cuenta que faltaban por enviar algunas postales…


El gran Río Amazonas domina la imagen, Débora tiene poco más de un año y acaba de aprender a subir y bajar escaleras, a decir hola y lanzar besos volados; así pasa los tres días que dura el trayecto en barco, bajo la atenta mirada de su papá, que con la espalda doblada repite todo lo que ella hace, excepto lanzar los besos volados.

Es lunes, una combi sube desde Tarapoto hacia Chachapoyas, de fondo la música local acompaña – o invade – el viaje. “Quien limpia la casa, es la mujer…quien pela la yuca es la mujer…” Un viaje muy placentero.

En otro viaje, 48 hora después, un fotógrafo especializado en conjuntos arqueológicos charla con la azafata que reparte la cena en el segundo piso del bus cama. ¿Sabrá fotografiar perros?
En Trujillo, cada monumento arqueológico está custodiado, o decorado, por una perra peruana, raza autóctona y orgullo nacional.


Estamos en la cordillera negra, casi sin aliento por la pendiente y la altitud a la que nos encontramos, le preguntamos a un señor si falta poco para llegar a la laguna de Wilcacocha. El señor responde molesto “La laguna, la laguna, qué tendrá, todo el día molestando con la laguna”, entre perpleja y avergonzada le pido disculpas y el sigue: “qué carajos disculpas, mejor cojan la laguna y llévenla a su país”. Aun así, llegamos a la misma, y la dejamos quietica en su sitio, pues estaba muy linda.

Exactamente 3 días, 2 horas y cuatro minutos después, en Lima se rueda un episodio de la telenovela de moda en el barrio de Magdalena del mar, una pareja, con la barriga llena de cebiche y chupe de pescado, curiosea la zona.


Un día después, el señor de los milagros recorre el centro de Lima, paseando entre casinos y KFC…

Varias mamacitas llegan hasta el lugar donde hubo un crematorio de las fuerzas armadas en la época de la violencia, allí recuerdan a sus muertos el día de difuntos, siguen sin saber dónde están sus cuerpos.



Es sábado, una niña espera nerviosa su turno para participar en el concurso de Canción Ayacuchana. Hace horas que comenzó el evento y ella, orgullosamente ataviada con el traje típico de su región nos canta una bella canción en quechua. ¿será la ganadora?

Hay un hostal en Andahuaylas que tiene las habitaciones más limpias de toda la ciudad, José trabaja 14 horas al día por 30 soles (unos 8 euros), pasa la aspiradora, limpia baños y tiende toallas. Cuando su jefa considera que es necesario también atiende el restaurante chifa que lxs propietarixs del hotel tiene a una cuadra y media de distancia. “Así toca, pues” dice al final del día, cuando nos cuenta su rutina.
 



Cada tarde, en la orilla de la laguna de Pacucha, a eso de las 15:00, una señora se arma de rama y piedritas para impedir que los niños, a la salida del cole, atraviesen en bicicleta el jardín municipal que con tanto esmero cuida. Las niñas formales, caminan por la vereda.
 


En Cusco un perro rasta recorre diariamente las calles sorteando turistas, al atardecer se da un banquete en los montones de bolsas de basura que se acumulan en algunas esquinas y por la noche ladra, durante horas, por cualquier motivo, haciendo que el huésped de la habitación número 3 le lance las piedritas que, después de una primera noche de insomnio, ha recogido previsoramente en la calle.

Horas antes del lanzamiento de piedras, la mazamorrera del barrio de San Blas se despierta ante una voz que le pide una porción de mazamorra. Benditas las siestas que se echa entre venta y venta al fresco de la noche Cusqueña.

El 5 de noviembre ocurrió un fenómeno extraño, el mundo se tiñó de violeta, el cielo, los ríos, el blanco de los ojos e incluso las alpacas fueron violetas durante 24 horas…


En Pisac me enamoré de las piedras, las terrazas de cultivo y el arco iris. Nunca dejarán de sorprenderme los lugares que elegían para construir y la calidad de las construcciones. Sin duda, como escuche decir a un guía en otro conjunto arqueológico, eso tuvo que ser el resultado de la explotación del hombre y la mujer, por el hombre.

 


Dos personas caminan por la vía del tren desde “la hidroeléctrica” hasta aguas calientes, sin aun saberlo están rodeando el Machu Picchu por abajo. La emoción al descubrirlo al día siguiente, estando ya en la maravilla del mundo, superará la sensación de hormiguitas o borreguitos en el tan deseado lugar.

Y es en ese mismo lugar, bajo una cabañita, a salvo de la lluvia, una alegre turista japonesa le dice a su guía que al día siguiente viajarán al lago Tica-Tica. Debe ser normal mezclar las silabas cuando recorres 5 países en 20 días y es un idioma tan distinto al tuyo.



En las aguas termales de Santa Teresa, un niño de 7 años, muy extrovertido, conversa con cualquiera que se acerque a él y entienda el español, así después de contarte que es la primera o segunda vez que visita las termas (no lo recuerda bien) te dice que su papá se fue de casa, y ahora vive en otra cuadra. Está aprendiendo a bucear.

En Santa María una “seño” espera en la terminal una combi para viajar al Cusco, cuando por fin la encuentra, dirige a la misma hasta su casa para recoger el equipaje. El chofer, complaciente y con una sonrisa le pregunta cada dos cuadras ¿por aquí mamita? Así, todxs lxs viajantes conocen hasta el último rincón del pueblito.

El juego del agua
En Ollantaytambo, un chileno de hablar cantarín nos acompaña en un lindo paseo, lejos de los cientos de turistas que la ciudad engulle cada mañana y vomita cada tarde para que regresen al Cusco.

Precisamente en Cusco, en medio de la vorágine turística, hay quien lleva otro ritmo, un muchacho estadounidense-coreano se toma su tiempo. Lleva 5 años recorriendo Sudamérica y ahora tiene un objetivo, quiere encontrar un buen chaman, para que le haga un ritual de ayahuasca a su hermano que, enfermo de leucemia desde hace años y con un trasplante de corazón, siente que los fármacos lo están rematando.

Un bus recorre el altiplano peruano rumbo a Puno, como es la gama económica no corresponde ver película, así que, durante horas, un audio de chistes ambienta el camino. David se ríe con el de esa mujer, que es tan chola, tan chola (indígena andina), que su computadora en lugar de tener mouse, tiene un cuy!!

Como el viaje es largo también hay oportunidad para los venderles ambulantes, en este caso la promoción es una crema de baba de caracol. El vendedor comenta que ellos, los hombres, tiene un pensamiento machista, pero que a ellos también se les daña la piel, y como estamos en una era moderna, se tienen que empezar a cuidar. Si aun así no se animan (insiste), tal vez puedan comprar una para su hijita o su mujercita…arriba el marketing!

Por si no teníamos suficiente, en la llegada a Puno nos dan dos tazas, pues es Movistar quien te da la bienvenida a la ciudad con una especie de meta volante colorida en mitad de las casas de ladrillo. Esto por supuesto después de llevar medio altiplano patrocinando kilómetros.

Sharon tiene nos doce años, hace cuatro descubrió el violín y la música gracias al proyecto “Sinfonía para el Perú”. Hoy es solista en un concierto en el Centro de Arte. Suena hermoso, y a su familia se le distingue fácilmente, el orgullo y la emoción hacen que flote 6 centímetros por encima del suelo.

Minutos después se activa el simulacro de sismo a nivel nacional, todo un despliegue de medios que la muchedumbre, concentrada en la plaza de armas, admira e inmortaliza en sus celulares última tecnología.

En la isla de Amantani, en mitad del lago Titicaca (Tica-Tica en japonés), a Ana María, una mujer indígena que mide cerca de un metro y medio, sus ojos que son por naturaleza chiquititos, se le hacen grandes al reconocerse en una foto que hace más de tres años se tomó con David, Edu y Carmen.


Al fondo se mece tranquilo el Titicaca, en segundo plano se imponen picos nevados. Mientras leo un libro acostada en un jardín, un pollo me picotea la espalda tratado de atrapar un mosquito.




Cada día a las 5 de la mañana, con los primeros rayos de sol, Beatriz se despierta para "recibir" el agua, pues solo hay agua corriente durante unas horas en esta época seca. La coloca en barreños repartidos por el patio, y cuando el sol está alto y el agua ya está "caliente", cierra el portón de entrada y ella y Osvaldo se frotan mutuamente la espalda y se dan un "baño de sol".

Conversamos con ellxs cuando los últimos rayos de sol iluminan su campo de papas y su jardín, intento que me digan qué echan de menos o qué anhelan, teniendo en cuenta la vida austera a la que te obliga este lugar, no obtengo más respuesta que el que sus hijas estén cerca.


 




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