jueves, 26 de noviembre de 2015

Perú X. Chao Perú, ¡y que viva la Chicha, huevón!

Perú, ¡¡qué gran país, y que sonoro, caray!!

No sé si tiene que ver con que de alguna manera vamos siguiendo los pasos del Ché a la inversa, o que acá se habla el Quechua, pero este país suena a “Che” todo el rato. También hay mucho hua (o wa) y hue (o we)….

Todo empezó en el Río Huallaga con un carguero a punto de arribar a Yurimaguas, la gente empezaba a asesorarnos sobre cómo llegar a “Chacha”. Chacha por aquí, chacha por allá, y así llegamos a Chachapoyas donde hice un gran descubrimiento, la chica morada, ¡qué delicia! No podía ser de otra manera viniendo del choclo, pero de un choclo especial, del color del chocolate.


Empezando por los choclos de cualquier tipo, la gastronomía peruana es deliciosa además de sonora. La comida de Chiclayo es una sabrosura, así sea un chupe de pescado, un ceviche o un chicharrón, como los que comimos en la playa de Huanchaco. Podríamos combinarlo con una leche de tigre para beber (caldo de ceviche + cerveza). Otras delicias culinarias son las papas a la Huancaina, los choritos a la chalaca, los famosos anticuchos, el cuy chactado o la sopa de chairo. Del chancho todo es rico, la chuleta, el chorizo, o la pachamanca de tres carnes. Lo que no pude comprobar es cómo preparan los peces de Chimbote.
 

Chupe para chuparse los dedos

 
 
 
 
 
 
 
 
 
En la sierra es tradicional beber champús además de la deliciosa chicha, y comer choclos y chochos cocidos como acompañamiento de una buena trucha. Hay un tipo de papa muy especial, que se deshidrata por congelación, en las zonas altas del páramo, se llama chuño y tiene un sabor muy curioso.

También son cereales serranos la famosa quinua, la kiwicha y la cañihua. Con otro cereal más castizo, el trigo, se prepara el toctoche que a David le encantan para desayunar. Otro de sus sabores favoritos es el de la hierba huacatay, que se usa para sazonar el guiso masaquitos.
Snacks de maíz, trigo y kiwicha

Si te apetece algo más internacional, no hay ciudad o pueblo de Perú que no tenga un chifa (restaurante chino) donde el arroz chaufa es la especialidad indiscutible.

Dejando la comida a un lado, en Lima conocimos la campaña “Chapa tu choro” que consiste en atrapar a delincuentes, por la propia ciudadanía. Es que chapa significa atrapar en quechua. En el kichwa ecuatoriano llamaban “chapas” a los vigilantes y policías. Para los “choros” el robo es su chamba, y es que acá la gente no curra, chambea, que suena mucho más agradable…

Alejadxs de la capital, respiramos aire fresco, aunque con poco oxígeno en la Codillera blanca, felizmente liderada por el enorme Huascarán, a escasos kilómetros de Huaraz, un lugar en el que perderse una temporadita.

Siguiendo la cordillera andina hacia el sur llegamos a Ayacucho donde la historia de sendero luminoso y el terrorismo de estado nos conmovió, la historia comenzó en Chuschi y, a partir de ahí la violencia aumentó y aumentó… Por suerte, un poco más al sur, cerca de Andahuaylas, nos repusimos de tanto dolor en la maravillosa laguna de Pacucha, otro lugar donde perderse una temporada.
Warmi de Chinchero tejiendo cinturones en Cusco

Y no podría dejar de mencionar esos sitios arqueológicos donde el silencio es un hecho cada noche, pero que suenan chachi al nombrarlos, me fascinó el Chan Chan de los Chimús, las Huacas del Sol y la Luna de los Moches y Chavín de Huantar. Y qué decir de los emblemas del Tawantinsuyo, ese gran imperio que Huayna Capac, heredero de Pachacutec, dejó dividido entre sus dos hijos, Huascar y Atahualpa, y que desapareció ante la invasión española que se valió de las diferencias entre ambos hermanos para la “conquista”. Fue imposible subir al Wuayna Picchu, cayó llovizna en Tambomachay, y en Machu Picchu nos cayó un chaparrón memorable que hizo que la visión posterior de la ciudad perdida de los Incas, envuelta en neblina, tuviese un aspecto aún más mágico. En Ollantaytambo nos alojamos en Chaska wasi, la casa de las estrellas, y es cierto que en noches sin luna el cielo se te cae encima.


En Amantaní, un reducto de paz en mitad del lago Titicaca, las warmis (mujeres en quechua), cholitas (indígenas andinas), tejen chullos (gorros) de alpaca sin descanso con un movimiento de manos que hipnotiza. Si a esto le sumamos el efecto místico de subir a los templos de la Pacha Mama y Pacha Tata pasando por la comunidad de Colquecachi, las ganas de quedarte allá serán inmensas.

Beatriz tejiendo un chullo
 
Pacha Tata desde la Pacha Mama 

Nos quedamos sin conocer los restos de la cultura Wari, Chimbote, Huánuco, Huancayo, Huancavelica, Huacachina y quien sabe cuántas “ches” y “huas” más, pero es que es imposible verlo y escucharlo todo.

Y así, a ritmo de chá chá chá, nos vamos despidiendo del Perú, huevón!!

Por cierto, Chicuelina disfrutó mucho…


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