Para llegar a ella hemos recorrido 350 km de desierto y casi
5 horas de trayecto donde apenas atravesamos un par de pequeñas poblaciones que
resistieron en primer lugar al auge salitrero y del guano, después al del
nitrato y actualmente al de diferentes minerales sobretodo cobre. Al cruzar esta
área tan desolada te das cuenta porqué un lugar tan inhóspito y remoto como
este cobró tanta sangre debido a ese auge, e hizo que la región litoral
boliviana y parte del sur peruano pasaran a formar parte de Chile en la llamada
Guerra del Pacífico.
La carretera es monótonamente bella, cruza un desierto en
ocasiones arenoso, en ocasiones pedregoso, con cerros y dunas que a veces son
pequeñas lomas en el horizonte y que otras veces son grandes montañas que encañonan
tu tránsito, un camino sin apenas vida humana salvo por los campamentos mineros
que lo salpican. Es el lugar, dicen, más árido del mundo y en cuya parte
central se han registrado hasta 400 años sin que una sola gota de agua la haya
bañado. El bus se desliza por esta superficie con la misma delicadeza y
parsimonia que lo haría un reptil, y cuando ese transitar te adormece, de
repente, algunos cactus comienzan a decorar la montaña y chocas de bruces con
el océano pacífico y Antofagasta y su gran puerto exportador de minerales.
Bienvenidxs a Antofagasta |
La veo por primera vez y la diviso como a un ejército, debe
ser por la influencia de los últimos dos libros que me acabo de leer, La guerra
del Chaco y La guerrilla del Che en Ñancahuazu. Veo los enormes buques
cargueros a orillas de este inmenso y profundo verde azulado en primera línea;
después y protegiendo las orillas, bandadas de pelícanos y gaviotas marcan como
trincheras de guano el territorio; a continuación una línea de departamentos de
más de diez alturas marchan impertérritos a la espera de ser necesitados, bajo la
tutela de la más reciente incorporación, el gran mall; y en la retaguardia, se
sitúa una cordillera costera que totalmente al descubierto detiene las nubes y
hace que Antofagasta sea una línea estrecha pero muy larga, de la que poco a
poco casitas de colores comienzan a escaparse y ascienden por sus laderas. Ah,
se me olvidaban los más importantes, los que sin graduación y maltratados
combaten día a día en un ejército que no es el de su país, pero al que llegaron
para ganarse la vida, son lxs miles de peruanxs, bolivianxs y colombianxs que
dan color y sabor a Antofa, aunque se lleven siempre la peor parte de sus
compañeros y mandos.
Ejército humano |
Batallón y un intruso |
Esta ciudad, la más importante del norte chileno, no pasará a la historia por su belleza, pero en mi imaginación ya nunca más será una desconocida.
Dejamos Antofagasta rumbo al sur y seguimos transitando
desierto y más desierto, otros 300 kilómetros de aridez continuada, sólo rota
por el agujerear de la minería y sus campamentos adyacentes. Es doloroso saber
que estamos ante un lugar privatizado, el lugar más rico de Chile, pero
excluido a éste, donde la sangre que latinoamericanos de diferentes países derramaron
sólo sirvió y sirve para lucro del primer mundo. Además, ya sabemos cómo acabó
aquella historia del 73 cuando se quiso pretender que una parte de esos
agujeros quedara en beneficio directo del pueblo. Nuevamente vuelven aparecer
los cactus, y otra vez son la antesala del amplio océano que de manera brava e incesante
golpea la rocosa costa desierta. Pasamos el único y pequeño pueblo de los
últimos 300km, luego otra mina y por fin llegamos a este gracioso municipio,
Taltal.
Esperábamos un centro vacacional costero en este verano Chileno,
pero Taltal es como un pueblo fantasma, pareciera que la población se hubiera
ido a la mina o quizá en las barcas a pescar. Sus casas son de tablones horizontales
de madera, con techos altos, y muchas veces cubiertas de calamina de colores para
protegerse del clima oceánico. La presencia en estos pueblos del norte de Chile
de ingleses, alemanes, croatas..., y otros a la llamada de la minería hacen que
la arquitectura de los mismos recuerde más a lugares del centro-norte europeo
que a una colonia española. Hasta la iglesia es de estilo gótico germánico.
Desierto y mar |
Pero Taltal tiene encanto, pasear por su malecón con el enfurecido Pacífico a un lado y las montañas desérticas al otro, observar la vida marina desde la playa y la vida humana desde su arbolada plaza, oler ese mar cargado de vida y los pequeños puestos que la venden en la mañana, comer pescado y amenizarlo con reposadas charlas con lxs taltalinxs o participar del festival internacional de teatro de la localidad, nos ha hecho disfrutar de unos aletargados días en el Pacífico después de habernos despedido de él allá por el mes de agosto.
Típica costa norteña |