lunes, 4 de enero de 2016

Bolivia IX. Kaa-Iya, no todo fue fauna.

Negar que lo principal en el Kaa Iya fueron los animales, sería una tontería, pero no reconocer que una de las claves para nuestro disfrute fue lo que ocurría “entre bastidores”, sería injusto.

Las horas interminables en el carro, con sueño, las piernas plegadas, pasando calor, en ocasiones tragando polvo y al anochecer batallando con los mosquitos, habrían sido un infierno de no ser por la inestimable presencia de nuestrxs compis de viaje y las miles de conversaciones trilingües sobre cualquier tema.

Fue muy lindo descubrir tantas cosas en común con Julia y Sébastien, parece que la barrera del idioma se salta con facilidad cuando tienes ganas de comunicarte. Aprendimos y disfrutamos mucho esos días y la idea de encontrarnos de nuevo en el cono sur o de visitar Francia se fue convirtiendo en un plan firme.

Fue un placer contar con la alegría y entusiasmo de nuestro guía Saúl, a veces Robin Hood, otras Peter Pan, pero siempre con una sonrisa en la boca. Gracias a él aprendimos mucho de Bolivia y de la fauna Boliviana.

El guardaparques que nos acompañaba, Nico, también dio mucho juego. Es un tipo bastante reservado, debe ser normal con las condiciones de ese trabajo, pasa 20 días en el parque y después sale 5 para descansar con su familia. A mí me recordaba un poco a Cocodrilo Dandee, y nos lo imaginábamos en la ciudad, buscando con los prismáticos una ferretería, una panadería…o examinando las huellas de los carros para averiguar la marca, año de fabricación…

Fue curioso ver cómo nos convertimos en autómatas, perdimos la noción del tiempo tras el primer madrugón habiendo dormido sólo cuatro horas (es lo que tiene que el codiciado jaguar sea un animal tan trasnochador). Por eso decidimos contar el tiempo en función de los animales, “antes o después del tucán”, “dos tapires antes del puma”, “un venado después del armadillo”, “el día del puma”, etc. De esta manera aquellos 5 días parecieron 10 y sabíamos si era de día o de noche por lo que andábamos buscando en los caminos, bultos de día y reflejos de ojos de noche.

Uno de los momentos álgidos, cuando relajábamos la alerta de detección de fieras, eran las comidas. Teníamos la opción de comer ballenas en lata con salsa de tomate (teóricamente eran sardinas, pero su tamaño era bastante sospechoso) o preparar otro tipo de comida, así que tuvimos una deliciosa dieta vegana currada por Julia y Sébastien que disfrutó hasta Juan Carlos, el chófer. ¡Qué pena que a Saúl no le gustase la quinua…!

Y así, después de compartir durante 5 días sueño, hambre, calor, cansancio e incluso un pinchazo de rueda, nos despedimos de nuestrxs compis de viaje, agradecidxs por haber visto tantxs animales, y por haber tenido tan agradable compañía.

No hay comentarios:

Publicar un comentario