Las horas interminables en el carro, con sueño, las piernas
plegadas, pasando calor, en ocasiones tragando polvo y al anochecer batallando
con los mosquitos, habrían sido un infierno de no ser por la inestimable
presencia de nuestrxs compis de viaje y las miles de conversaciones trilingües
sobre cualquier tema.
Fue muy lindo descubrir tantas cosas en común con Julia y Sébastien,
parece que la barrera del idioma se salta con facilidad cuando tienes ganas de
comunicarte. Aprendimos y disfrutamos mucho esos días y la idea de encontrarnos
de nuevo en el cono sur o de visitar Francia se fue convirtiendo en un plan
firme.
Fue un placer contar con la alegría y entusiasmo de nuestro
guía Saúl, a veces Robin Hood, otras Peter Pan, pero siempre con una sonrisa en
la boca. Gracias a él aprendimos mucho de Bolivia y de la fauna Boliviana.
El guardaparques que nos acompañaba, Nico, también dio mucho
juego. Es un tipo bastante reservado, debe ser normal con las condiciones de
ese trabajo, pasa 20 días en el parque y después sale 5 para descansar con su
familia. A mí me recordaba un poco a Cocodrilo Dandee, y nos lo imaginábamos en
la ciudad, buscando con los prismáticos una ferretería, una panadería…o
examinando las huellas de los carros para averiguar la marca, año de fabricación…
Uno de los momentos álgidos, cuando relajábamos la alerta de
detección de fieras, eran las comidas. Teníamos la opción de comer ballenas en
lata con salsa de tomate (teóricamente eran sardinas, pero su tamaño era
bastante sospechoso) o preparar otro tipo de comida, así que tuvimos una
deliciosa dieta vegana currada por Julia y Sébastien que disfrutó hasta Juan
Carlos, el chófer. ¡Qué pena que a Saúl no le gustase la quinua…!
Y así, después de compartir durante 5 días sueño, hambre,
calor, cansancio e incluso un pinchazo de rueda, nos despedimos de nuestrxs
compis de viaje, agradecidxs por haber visto tantxs animales, y por haber
tenido tan agradable compañía.
No hay comentarios:
Publicar un comentario