En medio de este paraje y con la retina en éxtasis, divisas delante de ti una pequeña caseta que cuelga en su fachada un cartel con la indicación de Inmigración y que en su puerta ondea la bandera tricolor.
Al borde |
Mascamos las últimas hojas de coca por la altura y porque
parece que no podremos pasarlas por la frontera. Sellamos la despedida y una
carretera, ahora de asfalto, se dirige de manera vertiginosa y sin pausa hacia
otra enorme planicie, aún más extensa pero unos 2000 metros más abajo, es el
desierto de Atacama. A nuestra izquierda y marcando su límite, la espina dorsal
andina en algunos casos coronada por nieve y en otros por pequeñas
fumarolas, nos recuerda que Argentina también está ahí cerca. Hace algo más de
un siglo seguiríamos estando en Bolivia, pero ahora hemos cruzado y ya estamos
en Chile.
Al final de ese pronunciado descenso y con la sensación de estar
en una película del oeste de aquellos sábados de sobremesa, entras en San Pedro
de Atacama. Es un pueblo pequeño, de adobe y barro color tierra, consagrado en
los últimos años al turismo tanto nacional como internacional, fundamentalmente
brasileiro, con una mezcla entre Cabo de Gata y Caños de Meca y con una
sensación de que la playa está a la vuelta de la siguiente cuadra cuando en
realidad estás en el desierto más árido del mundo y con unos alrededores de
volcanes andinos y de valles lunares.
Iglesia de San Pedro de Atacama |
Disfrutar pedaleando de sus paisajes desérticos, de sus
formaciones rocosas que encumbran la geología, de sus dunas gigantes y de sus
lagunas con concentraciones de sal que casi te expulsan del agua, ha sido una
bonita forma de adentrarnos mínimamente en este lugar tan inhóspito y único a
la vez.
Y mientras el calor nos acorralaba y la bicicleta nos extenuaba, pudimos refrescarnos con la bebida nacional, el mote con huesillo (jugo de durazno deshidratado con trigo), servida en un pequeño puesto por un paceño.
Montañas salitreras |
Flotando |
Ingravito |
Y mientras el calor nos acorralaba y la bicicleta nos extenuaba, pudimos refrescarnos con la bebida nacional, el mote con huesillo (jugo de durazno deshidratado con trigo), servida en un pequeño puesto por un paceño.
Bienvenidxs a Chile, ¿cachai? huevón, culeao.
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