miércoles, 30 de septiembre de 2015

Ecuador CIX. Galápagos, vida aérea y submarina, ¡Impresionante!

¿Quién no ha deseado volar alguna vez? Pero no en avión, sino como un ave. Yo bastante a menudo y en este viaje más aún. Esas aguas cristalinas deben ser un espectáculo desde la altura, y subiendo más y más incluso conseguiríamos percibir la forma de caballito de mar que tiene la Isla de Isabela, hecha a capricho.

En Galápagos hay miles de aves que disfrutan de este privilegio, pero de la cantidad de aves que hemos visto en estas dos semanas, yo me quedo sin dudarlo con el piquero de patas azules. No solo es curioso por el color de sus patas, tiene una cara tan simpática que es imposible no congraciarse con ellos. Y si su aspecto no es suficiente atractivo, ver cómo se lanza al agua para pescar será lo definitivo. Si no te has fijado previamente en que el ave se disponía a lanzarse, podrías pensar que alguien ha tirado un proyectil al mar, duda que queda disipada segundos después cuando el alegre animalito aparece en la superficie con su presa en el pico.
 

Pájaros tropicales, piqueros de patas rojas y enmascarados, fragatas, gaviotas, pelícanos, pinzones, garzas y flamencos contribuyen a que una se vuelva loca e incluso un poco bizca tratando de captar lo que ocurre simultáneamente en aire, tierra y agua.


Aunque, tras haber podido disfrutar de cada uno de esos ambientes,  si bien ver la fauna fascinante de las islas en superficie y aire es una experiencia increíble, hacerlo bajo el agua resulta sobrecogedor.
Yo nunca había hecho snorkel, al menos nunca de una forma tan exótica pues es impresionante el mundo que se abre ante ti con unas gafitas y un tubo en cualquier rincón de la costa Galapagueña. Pudimos hacerlo varias veces en cada isla, pues aunque hay opciones de excursiones caras a lugares increíbles (Los Túneles en Isabela y el León dormido en San Cristóbal), también se puede practicar en casi cada playa del archipiélago. Será imposible conseguir describir todas aquellas sensaciones maravillosas que consiguieron superar al frío y la sensación constante de vulnerabilidad, pero en el recuerdo siempre quedarán como uno de los momentos más fascinantes que he vivido (junto con el baile acuático con la cría de lobito de mar).




























Imaginarse flotando en una inmensidad azul que se mece constantemente al compás de las olas y que de repente, a dos metros bajo tu cuerpo pase parsimoniosa una tortuga marina no es lo mismo que vivirlo, pero es que la sensación puede ser aún más impactante si lo que pasa a escasos metros de tu cuerpo indefenso es un tiburón de aleta blanca (en Isabela) o de aleta negra y tiburón martillo (en San Cristóbal). Como siempre hay que confiar en tus guías, que te aseguran que el bichito tiene tanto alimento en esas aguas, que no necesita comer nuestros jamoncitos embutidos en el neopreno.

Pese a parecer menos exóticas o peligrosas, creo que poco nos impactó tanto como cruzarnos con una Manta Marmoleada en Concha Perla, o una familia de 12 Rayas Águila en San Cristóbal. La belleza extraña de este animal es impresionante y la emoción con que David y yo nos agitábamos cuando la vimos, tratando de asegurarnos de que el otro la hubiera visto, solo era el reflejo de la fascinación de ver un ser tan grande y tan raro flotando con tanta calma y relajo a pesar de nuestra presencia (y nuestra  falta de calma y relajo).


Sin duda el tamaño del animal suele ser proporcional a la impresión que causa, pero sería injusto olvidar los colores de las damiselas, unos pececitos curiosos que supongo que explorando el mundo que les rodea intentan mordisquear nuestros pies, o los mágicos caballitos de mar del tamaño de mi pie. Tampoco me olvidaré de aquel pulpo que descubrió David casi en sus narices, pegadizo a una roca, y que cambiaba de color como si tuviera integrado un equipo de efectos especiales.
Iguana contemplando el "León dormido"
Lobitos, garzas y el "León"









Y aunque sea menos glamuroso, cruzarse con una iguana marina, que a David le quisiera cagar un pingüino (¿pensaría que era gringo y esa era su manera de decir “yankees go home”?) o morder un lobito de mar a modo de juego son cosas que ocurren cada día en las maravillosas Islas Galápagos. Todo un regalo de la naturaleza.

Cerro Brujo
 PD: Las fotos y videos acuáticos son cortesía de nuestro guía en el "León dormido". El man tenía unos pulmones increibles y no le temblaba el pulso ni con los tiburones!


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