domingo, 20 de septiembre de 2015

Ecuador CVI. A 978 kilómetros.

Esta es la distancia que separa las islas Galápagos de la costa ecuatoriana y siguiendo la línea ecuatorial podrías llegar a ellas. Navegan plácidas sobre una placa que recorre el Pacífico avanzando cada año unos 5cm en dirección continental, su nacimiento hace millones de años se debió a un punto caliente que se sitúa en la actualidad sobre las islas más occidentales y que provoca que erupciones volcánicas sigan siendo frecuentes a la espera de que nuevas islas resurjan. En ellas la geología se vuelve arte, y pensar que les depara un futuro de inmersión antes de finalizar su viaje hacia el continente sobrecoge.





¿Árbol o cactus?, es la opuntia
 

Es un lugar absolutamente privilegiado y aunque su visita está bastante restringida por orografía y por conservacionismo, la mínima parte de la que disfrutas te evoca unas sensaciones que difícilmente pueden describirse.

Su formación volcánica y sus parajes desoladores donde se mezclan ríos de lava, infinitos cactus o vegetación de nacimiento inverosímil te hacen sentir en un fin del mundo que se ubica justo en la mitad del mismo, sus aguas transparentes y de tonalidades turquesas te hacen sentir en un Caribe que se ubica justo en el inmenso Pacífico, sus iguanas y galápagos te remontan a siglos atrás cuando apenas iniciamos el XXI y la presencia de lobos marinos o pingüinos te hacen sentir en zonas cercanas a los polos cuando la chompa no forma parte de tu equipaje.
 

Pero las sensaciones más intensas las tienes en el contacto estrecho con el mundo animal, en especial el marino. Cierto es que el pájaro pinzón tuvo un papel preponderante en los estudios de Darwin, cierto es que se te acerca como nunca antes hizo otro ave, cierto que las tortugas terrestres dieron incluso el nombre a las islas, pero a nuestros ojos y nuestros sentidos el mundo marino se lleva la palma.

Acercarte a una playa orgánica, primera vez que escuché este término, son playas que no tienen origen mineral sino que están compuestas por trozos de coral, de erizos y de conchas, tan fina como la erosión actuó sobre ella, de color blanco, con la piedra volcánica negra haciendo dibujos sobre la misma y llegar a una orilla de agua azul transparente es un deleite. Y este es aún mayor cuando tienes que pelear para sentarte o bañarte con las colonias de lobos marinos. Conseguir finalmente tu lugar y disfrutar de piqueros de patas azules, pelícanos o gaviotas de galápagos precipitándose para pescar delante de ti o iniciar un buceo para observar como una enorme tortuga marina mantiene con parsimonia su paseo submarino sin el menor sobresalto u observar una raya cruzando debajo de ti son sensaciones que te reconcilian con el mundo.


Podría contar mil momentos, mil instantes que parecen casi irreales, que parecen reservados para documentales de la 2, pero recordaré algunos; como mi persecución bajo el agua de un pingüino que movía sus pequeñas patitas para desplazarse mientras al acercarme imprudentemente lanzó sus excrementos hasta alcanzar mis gafas de buceo, como el nadar cerca de unos tiburones a los que en las películas les asignaron un papel equivocado, o como el aletazo que me propinó un lobito marino así como el intento de mordisco en el pie de otro para que jugara con ellos.


 
En definitiva creo, y esto es difícil de certificar, que este archipiélago es uno de los lugares más maravillosos en los que nunca estuve, creo que la relación con el mundo animal es única, pero estas islas son aún más, son los problemas de abastecimiento por estar tan lejos del continente, son los sobreprecios que ello conlleva, son los problemas demográficos que pueden devastar el entorno, es la lucha desigual entre el turismo local y las grandes empresas de cruceros, es la mezcla de población ecuatoriana de sierra costa y Amazonía pero siempre son el tranquilo vivir del pueblo ecuatoriano.
 


Sobre túneles de lava
 

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