martes, 1 de septiembre de 2015

Ecuador CII. Fin del plan B de Bahía.

Segunda vez que nos despedimos de lo que por unos meses ha sido nuestro “terruño”, nuestro hogar en Ecuador. Esta vez nos despedimos de la relajante vida en la costa, con mucha alegría y agradecida por lo vivido, pero con una cierta tristeza, pues por fin hemos comprobado lo maravilloso que es vivir cerca del mar, y quién sabe cuándo será la próxima oportunidad.


Se acabaron los paseos por la playa al atardecer, con los pies en el agua y la mente rodando y rodando, ideando nuevos planes y proyectos, descubriendo la vida marina y disfrutando de la naturaleza cambiante de la costa Ecuatoriana.

Llegó el momento de despedirse de la vida en el Océano Pacífico, que de pacífico tiene poco.

Y despedirse también de la tierra manabita que nos ha proporcionado tantas vivencias y que vio nacer a uno de los revolucionarios de la Patria, Eloy Alfaro.

Hasta pronto a los Guayacanes, que justo cuando nos despedíamos de Manabí florecieron, tiñendo de amarillo las lomas.
 
 

Hasta pronto a mis Ceibas barrigonas, a veces peladas, a veces verdes frondosas, a veces con su algodón blanquecino como decoración navideña.


Gracias pelícanos por esos espectáculos de pesca y vuelo “en familia”, con calma, como si volar fuese fácil.


Hasta pronto manglares del estuario, con tus cangrejos, tus boas (la temida “matacaballos”) y tus fragatas. Espero que la próxima vez que visitemos las Islas Fragatas y Corazón hayan conseguido repoblar más manglar en esa lucha desventajosa con las camaroneras.


Hasta pronto al ceviche del Hermanacho, un mítico chiringuito del malecón (el único de Bahía) donde más de una vez disfrutamos un cevichito de pulpo, camarón, pescado o jaiba como desayuno energizante mientras observábamos el oleaje.

Ciao al patacón, al arroz sabroso, al encocado, a las ayuyas, al bolón de verde, al maní cocinado, al camarón en todas sus versiones, a la albacora, al rico jugo de maracuyá y demás exquisiteces Manabitas.
Camarones de 3 y 5 dólares la libra...

Nunca olvidaré esos días laborables en la infinita playa de canoa, disfrutando del momento siesta en las hamacas bajo los toldos y frente al atardecer.

Extrañaré los días mansos, con o sin trabajo, pero a ritmo costeño, con ese calor que te aplana un poco, que aunque pudiera resultar algo agobiante al inicio, rapidito se aclimató el cuerpo, y eso de llevar poca ropa, ¡fue un placer!

De vez en cuando, al atardecer me acordaré de los cientos de pájaros, probablemente estorninos, que puntualmente llegaban a poblar los cables de la zona más concurrida de la ciudad.

Tal vez no vea tan a menudo como sube y baja la marea, pero creo que seguiré sintiendo la influencia de la luna en muchos ciclos de la vida. 



Pese al morbo y un toque de inconsciencia que me provocaban sentir un temblor más fuerte que el de Quito, me alegro de no haber tenido que usar la “mochila de emergencias” y haber podido comerme las galletas que metí en ella en un tranquilo desayuno en nuestra mesa kilométrica.

Ciudad cangrejo
Siempre estaré agradecida a la salamaquesa que nos alertaba de la presencia de cucarachas con sus carcajadas. ¡Fuiste una gran pana! Creo que nunca más viviremos en una casa tan poblada de fauna de todo tipo…o eso espero!

Dudo que alguna vez vaya a tener un camino al trabajo tan atractivo y con tanta vida como el recorrido entre arrozales en la zona de Correagua. Creo que las garzas lo disfrutaban más que yo, pero para mí era uno de los momentos estrella del día, casi al nivel de las ceibas.



Extrañaré el acento costeño, con el griterío y las palabras disparadas a la velocidad de la luz. Ahora que ya lo entendía casi todo…

En resumen, extrañaré esa vida tan pausada, relajada y  sentida, rodeada de naturaleza que palpita y que no ha sucumbido (aún) a los embistes de nuestras “necesidades”.

Sólo espero que tan maravillosa naturaleza no se ensañe con Manabí, ni el resto de provincias costeras de Sudamérica con el que se presagia como el más intenso Fenómeno del Niño vivido hasta la fecha.

Después de despedirnos de nuestro hogar, retomamos las mochilas para seguir conociendo primero otros rincones del Ecuador y después…, próximo destino: Galápagos.
Manabí, 100-pre amada (=Siempre amada)
 



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