miércoles, 16 de diciembre de 2015

Bolivia III. También el mar, También la lluvia.


Por segunda vez en tres años, estamos encerradxs. El escenario es similar, un hostalito en una localidad selvática, con una diferencia importante, esta vez no estamos en Ecuador, sino en Bolivia, y con una gran pega, esta vez no tenemos hamacas. Más bien no las podemos disfrutar, porque no hay donde colgar las que tenemos en las mochilas, esas que compramos para el viaje en barco por el Amazonas y de las que hemos sido incapaces de desprendernos a pesar de querer aligerar equipaje, siempre a la espera de poder usarlas.

En esta ocasión la causa del encierro es la misma, también la lluvia.

Así que, mientras oigo llover a chorros, me dedico a pensar en el agua, en ocasiones abundante hasta el exceso, en otras ausente hasta la desesperación, pero siempre vital. Es esta característica la que hace que no haya dejado de generar conflictos, y lo seguirá haciendo cada vez más… Bolivia no se ha librado de los mismos.

Hace apenas 24h horas estaba a 2579 msnm y sorprendentemente me sentía ligera, llena de oxígeno y hasta con un toque de calor. Esto solo puede ocurrir habiendo estado previamente en un lugar como La Paz, donde los 4000 msnm, el viento frío que viene de los nevados y las cuestas infinitas te aplastan física y moralmente. Así que después de unos días en la capital, llegar a Cochabamba fue un regalo.

Un regalo por esa “bondad” de los 2500 metros, y porque fue emocionante llegar al lugar donde Icíar Bollaín ambientó y rodó la maravillosa película También la lluvia. En ella trata el conflicto que se dio por el agua en esta ciudad hace unos 15 años.

Ocurrió que, como parte del ahogamiento del capitalismo, el FMI forzó a las autoridades a subir el precio del agua. Esto sumado a la mala gestión, y en ocasiones desabastecimiento, hizo que algunas familias y barrios se organizasen para recolectar el agua de la lluvia y así garantizar su acceso a la misma. Bajo sugerencia o imposición del FMI las autoridades decidieron que eso no podía ocurrir, había que cobrarles también la lluvia, no se podían permitir que alguien escapase del sistema de consumo y burlase así las abusivas tasas. Esto generó importantísimas protestas sociales, el pueblo Boliviano siempre se caracterizó por ser muy guerrero.

El pueblo ganó aquella batalla, pero no la guerra. No debe ser casual que en cada país latinoamericano que hemos ido recorriendo, el agua embotellada más vendida sea la de coca-cola.

El problema del agua tiene un componente más en Bolivia, ya que el agua, además de ser vital para nuestros cuerpos, es una excelente vía de comunicación y transporte de mercancías. Así que, para un país, tener o no la posibilidad de comerciar por vía marítima, es determinante.

Bolivia tiene un mar de gentes, un mar de ladrillos en cada ciudad, un mar de nubes pegadas a las cumbres, un mar de sal, incluso un mar de lenguas y nacionalidades, sin embargo, no tiene salida al MAR. Podríamos pensar que la naturaleza es así, coloca a unos países en un lugar u otro a su antojo, pero la realidad es que las fronteras son algo arbitrario, y se desplazan hacia un lado u otro según los intereses y el equilibrio –o desequilibrio- de fuerzas en cada momento. Y así fue como Bolivia perdió el mar hace más de un siglo.

El mar de ladrillo

La historia dice que varias compañías chilenas explotaban la extracción de minerales en las provincias costeras de Bolivia, y que ante el intento de subida de impuestos por parte del Estado boliviano, decidieron apropiarse del territorio. Y así, con una guerra desigual -los recursos de Chile en la época ya eran bastante superiores a los bolivianos- el país que es pura costa, ganó un poco más, incluso un pedazo del Perú, al que luego devolvieron una pequeña parte.

Desde entonces, las relaciones entre Bolivia y Chile no fluyen con “normalidad”, Bolivia siempre ha reclamado ese pedazo que le robaron, y que por la riqueza de materias primas (minerales) de la zona, Chile se niega a devolver. El asunto está en los tribunales, La Haya ya se ha pronunciado a favor de Bolivia, pero las cosas siguen igual por el momento.

Mientras tanto, en muchas instituciones del país, además de la bandera tricolor y la del Estado Plurinacional, la bandera que reclama la salida al mar ondea en los balcones.
 
Parece que está dejando de llover, decenas de loritas y guacamayos lo anuncian a gritos, aprovechamos para seguir adelante, nunca se sabe cuándo regresará la lluvia.

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