Por segunda vez en tres años, estamos encerradxs. El
escenario es similar, un hostalito en una localidad selvática, con una
diferencia importante, esta vez no estamos en Ecuador, sino en Bolivia, y con
una gran pega, esta vez no tenemos hamacas. Más bien no las podemos disfrutar,
porque no hay donde colgar las que tenemos en las mochilas, esas que compramos
para el viaje en barco por el Amazonas y de las que hemos sido incapaces de
desprendernos a pesar de querer aligerar equipaje, siempre a la espera de poder
usarlas.
En esta ocasión la causa del encierro es la misma, también
la lluvia.
Así que, mientras oigo llover a chorros, me dedico a pensar
en el agua, en ocasiones abundante hasta el exceso, en otras ausente hasta la
desesperación, pero siempre vital. Es esta característica la que hace que no
haya dejado de generar conflictos, y lo seguirá haciendo cada vez más… Bolivia
no se ha librado de los mismos.
Hace apenas 24h horas estaba a 2579 msnm y sorprendentemente
me sentía ligera, llena de oxígeno y hasta con un toque de calor. Esto solo
puede ocurrir habiendo estado previamente en un lugar como La Paz, donde los
4000 msnm, el viento frío que viene de los nevados y las cuestas infinitas te
aplastan física y moralmente. Así que después de unos días en la capital,
llegar a Cochabamba fue un regalo.
Un regalo por esa “bondad” de los 2500 metros, y porque fue
emocionante llegar al lugar donde Icíar Bollaín ambientó y rodó la maravillosa
película También la lluvia. En ella trata el conflicto que se dio por el agua
en esta ciudad hace unos 15 años.
Ocurrió que, como parte del ahogamiento del capitalismo, el
FMI forzó a las autoridades a subir el precio del agua. Esto sumado a la mala gestión,
y en ocasiones desabastecimiento, hizo que algunas familias y barrios se
organizasen para recolectar el agua de la lluvia y así garantizar su acceso a
la misma. Bajo sugerencia o imposición del FMI las autoridades decidieron que
eso no podía ocurrir, había que cobrarles también la lluvia, no se podían
permitir que alguien escapase del sistema de consumo y burlase así las abusivas
tasas. Esto generó importantísimas protestas sociales, el pueblo Boliviano
siempre se caracterizó por ser muy guerrero.
El pueblo ganó aquella batalla, pero no la guerra. No debe
ser casual que en cada país latinoamericano que hemos ido recorriendo, el agua
embotellada más vendida sea la de coca-cola.
El problema del agua tiene un componente más en Bolivia, ya
que el agua, además de ser vital para nuestros cuerpos, es una excelente vía de
comunicación y transporte de mercancías. Así que, para un país, tener o no la
posibilidad de comerciar por vía marítima, es determinante.
Bolivia tiene un mar de gentes, un mar de ladrillos en cada
ciudad, un mar de nubes pegadas a las cumbres, un mar de sal, incluso un mar de
lenguas y nacionalidades, sin embargo, no tiene salida al MAR. Podríamos pensar
que la naturaleza es así, coloca a unos países en un lugar u otro a su antojo,
pero la realidad es que las fronteras son algo arbitrario, y se desplazan hacia
un lado u otro según los intereses y el equilibrio –o desequilibrio- de fuerzas
en cada momento. Y así fue como Bolivia perdió el mar hace más de un siglo.
El mar de ladrillo |
La historia dice que varias compañías chilenas explotaban la
extracción de minerales en las provincias costeras de Bolivia, y que ante el
intento de subida de impuestos por parte del Estado boliviano, decidieron
apropiarse del territorio. Y así, con una guerra desigual -los recursos de
Chile en la época ya eran bastante superiores a los bolivianos- el país que es
pura costa, ganó un poco más, incluso un pedazo del Perú, al que luego
devolvieron una pequeña parte.
Desde entonces, las relaciones entre Bolivia y Chile no
fluyen con “normalidad”, Bolivia siempre ha reclamado ese pedazo que le
robaron, y que por la riqueza de materias primas (minerales) de la zona, Chile
se niega a devolver. El asunto está en los tribunales, La Haya ya se ha
pronunciado a favor de Bolivia, pero las cosas siguen igual por el momento.
Mientras tanto, en muchas instituciones del país, además de
la bandera tricolor y la del Estado Plurinacional, la bandera que reclama la
salida al mar ondea en los balcones.
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