domingo, 27 de diciembre de 2015

Bolivia VII. Al encuentro con la historia.

Estoy en Samaipata, el nombre no dice demasiado pero es un lugar muy hermoso.

Está a una altura inferior a 2000 metros lo que te garantiza un clima estupendo en estas latitudes, además se encuentra al final de un bellísimo y estrecho valle de verdes montañas y formaciones rocosas de color rojo, que recuerdan a los tepuyes venezolanos, y que son atravesadas y rodeadas continuamente por cálidos ríos.
Linda naturaleza

Aguas del color de la tierra
 

 
 
 
 
Es un pueblito pequeño y tranquilo, con casitas bajas de techos de tejas y donde la población eminentemente agrícola se intenta acomodar a la realidad de la creciente comunidad joven y extranjera que se va asentando en él. El lugar se encuentra entre varios Parques Nacionales de bosque tropical y enclavado en lo que llaman el codo de los andes porque nada más echar un vistazo al mapa de Sudamérica vemos como la cadena montañosa cambia de dirección en este punto para extenderse de manera vertical hacia el cono sur.
Samaitrampa nos cautivó 
Por este mismo lugar, Samaipata, donde ahora diviso un maravilloso cielo limpio y estrellado, pasó el Che en aquel 1967 y a escasas 4-5 horas de aquí terminó siendo asesinado.

A veces el destino es caprichoso, y estando a la espera de visitar esa zona, sólo nos llegan noticias donde parece que los intentos de “cambiar” la historia de este continente se desmoronan. En Argentina triunfa el neoliberalismo (esta vez aunque el margen de victoria fue escaso parece que no hay fractura social, eso sólo ocurre cuando vence la izquierda), en Venezuela lo más recalcitrante asume mayoría en la Asamblea, Correa decide no presentarse a la reelección y aquí parece que Evo no tendrá sencillo hacerlo pues no pinta demasiado bien el próximo referéndum de febrero.
La derecha se arrastra y asciende
Quizá sea que no hemos sido capaces de fomentar y permitir una verdadera participación de colectivos y ciudadanía, quizá sea que las oligarquías y sus medios de comunicación son demasiado poderosas, quizá sea que nuestra ideología que sueña con un nuevo mundo a construir no es mayoritaria o quizá sean las tres cosas y muchas más.

Pero mientras recibimos estas noticias me preparo para uno de los momentos más esperados en mi vida, visitar La Higuera y tener un encuentro con la historia, con la triste historia que seguimos sembrando y poner cara a un lugar que debía aparecer en los libros con un punto negro, un lugar que me persigue desde antes de poner por primera vez un pie en Cuba allá por el 2001 y de visitar Santa Clara donde recién habían llegado sus restos.

En unos días iniciaremos aquel viaje del que Ernesto Guevara no pudo regresar, pero antes de ello iremos a escribir otro capítulo de l’América para intentar encontrarnos con el más grande felino latinoamericano, el jaguar.   
Destino a la historia
 

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