A este lugar bastante distante nos hemos dirigido con el
objetivo de divisar al jaguar, el gran felino americano. Para ello hemos pasado
cinco días dentro de un paisaje aislado e inhóspito, con una temperatura que
osciló siempre entre los 30ºC y 40ºC, día y noche, cubiertos de pies a cabeza
por la presencia amenazadora de mosquitos carniceros que sólo te daban respiro
cuando el viento hacía acto de presencia, y con una vegetación seca y espinosa
que siempre nos rodeaba.
Hemos estado solos en los casi tres millones y medio de hectáreas
de parque, recorriendo caminos polvorientos de rectas infinitas, estrechos por lo
acechante de la vegetación y en donde nuestra mirada siempre andaba perdida en
el horizonte a la búsqueda de algún bulto oscuro en el día o de algunos ojos
brillantes en la noche. Cuando digo solos me refiero a nosotrxs, a una pareja
franco-alemana, a una joven suiza, a nuestro guía samaipateño, al chofer y a un
guarda parques solitario, taciturno y algo suicida en sus encuentros con los
felinos.
Hacia el Brasil |
Antimosquitos |
Buscamos animales sin descanso, desde las 4 de la mañana
hasta las 10 de la noche, lo hicimos desde el carro, caminando o camuflados
frente a las lagunas. La paciencia fue nuestra virtud y aunque nos faltó la
guinda del pastel que era el jaguar, lo vivido frente a la naturaleza ha sido
espectacular.
Al acecho |
Hemos recorrido sigilosamente senderos mientras el sol
inclemente martilleaba nuestras sienes, hemos mascado coca para concentrarnos
en seguir adelante cuando el aire no nos regalaba ni un segundo de aliento,
hemos recorrido rectas interminables palmoteando mosquitos sin cesar, hemos
apreciado el silencio interrumpido sólo por el ruido del viento en los árboles,
hemos disfrutado de un cielo inmensamente limpio y estrellado, hemos disfrutado
mucho, pero sobre todo hemos disfrutado cuando la suerte nos brindaba un
encuentro fortuito con los animales en su hábitat natural.
Hemos visto al pequeño armadillo recorrer el camino a toda
la velocidad que le permitían sus pequeñas patitas cuando percibía nuestra
presencia, han cruzado nuestras cabezas infinidad de escandalosos loros, hemos
aprendido el nombre de curiosas aves de patas largas y cortas, unas que volaban
y otras que sólo corrían, de plumajes excelsos y de crestas increíbles, pero
por encima de todas ellas estuvieron, el águila que como disecado presidía la
laguna desde un balcón de privilegio al acecho de cualquier acontecimiento que
le ayudara en su alimentación, y el tucán más grande de Latinoamérica, el tucán
toco. Hemos asistidos expectantes al baño privado de uno de los animales más
extraños y bellos que existen, el tapir, que anunciado por el trino de los
pájaros hizo su tímida entrada en la laguna mientras nuestros ojos como platos lo
seguían y manteníamos un silencio sepulcral, su inicial miedo a los predadores
cercanos y a cualquier ruido se convirtió en posterior relajación y siesta acuática
mientras los pájaros lo ayudaban a espulgarse, esos momentos fueron simplemente
maravillosos. Hemos disfrutado de la llegada de uno de los monos más pequeños
del mundo, el titi del chaco, para saciar su sed en la laguna. Hemos
descubierto en la noche los ojos amarillos del zorro a la luz de nuestras linternas
al fondo del camino y haciéndole creer que podíamos ser sus víctimas de manera
cautelosa se nos aproximó. Pero quizá nada tiene comparación con ver frente a
frente a un felino.
La noche nos brindó la vista del ocelote, una especie de
jaguar de mucho menor tamaño, aunque de forma fugaz, pero la tarde y en el
momento que iniciaba su jornada de caza, el destino nos agradeció la espera y
nos mostró una hembra de puma. Levantar la vista en esas rectas infinitas y
divisar la silueta del puma fue un subidón de adrenalina. Ver su cansino pero a
la vez elegante y sensual caminar, ver los movimientos de su larga cola, ver
como olfateaba los laterales del camino en busca de agua y alimento y ver como
al notar nuestra presencia giraba su felino rostro y nos miraba marcando
distancias fue un momento sublime.
Intrépido |
Precavidxs |
No obstante, faltó el jaguar, lo buscamos día y noche y nos
fue esquivo. Muchas veces pensé durante esos paseos nocturnos con nuestras
pequeñas linternas qué hubiera pasado si el tan buscado jaguar hubiera hecho
acto de presencia, porque pudo ser la emoción del momento o quizá no ser
totalmente conscientes del potencial peligro del encuentro lo que nos hizo
caminar y caminar a su encuentro.
Seguiremos la búsqueda…
Su huella |
Imagen tomada por cámara del parque |
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