domingo, 28 de febrero de 2016

Chile X. Nuestra casa tiene ruedas


Hace tiempo que teníamos ganas de probar la experiencia “caracol”, vivir unos días con la casa a cuestas, y acá, en el sur del sur pudimos vivirlo. 6 días viviendo en 6 metros cuadrados, ¡todo un sueño!

Realmente viajar en una furgo “hippie” (más por el aspecto que por las prestaciones) fue bastante divertido y nos permitió explorar rincones de esta zona de Chile a los que no habríamos tenido acceso en bus y además descubrir una nueva forma de viajar, con sus pros y sus contras.

La primera sorpresa fue ver “la facha-da” de nuestra casa. Resulta que en la empresa donde la alquilamos les va bastante el marketing, y no ha mejor forma de publicidad que llamar bastante la atención. Nuestra casa estaba oficialmente bautizada como “happy-van” y para mayor motivación tenía un letrero muy sugerente en la puerta trasera. Inicialmente nos sobresaltábamos un poco cada vez que alguien nos pitaba, después ya interiorizamos que llevábamos la estúpida frase en la chepa.

Una vez superado el “trauma” de ir dando la nota, empezamos a disfrutar de las carreteras. Eso de llevar la cama en el asiento de atrás es todo un invento, paras cuando quieras, duermes donde te apetezca, a capricho.

Que quieres dormir al pie de un volcán nevado (que resplandece por la noche con la luz de la luna llena), en la orilla de un lago M.A.R.A.V.I.L.L.O.S.O y bañarte en su agua helada para dar la bienvenida al día, ¡pues lo haces!

Que te apetece cenar con amigxs en casa, pues recoges a Julia y Sebastién, desmontas la cama, montas la mesa, et voilá! ¡A disfrutar!
 
 

 
 
 
 
Que te apetece echarte una siesta antes o después de uno de los miles peajes de las carreteras Chilenas (gestionados por la misma empresa española que posee los peajes de las radiales y autovías de pago), ¡pues lo haces!

Que te apetece dormir en una playa para no tener que “irte a casa” cuando se va todo el mundo porque tu casa te acompaña, y para además comprobar si el agua llegará hasta tus ruedas cuando suba la marea… ¡pues lo haces!

Atardece en Vilupulli

 Amanece en Vilupulli

Que tienes ganas de darte una ducha… ¡pues no lo haces! (pero ya lo harás cuando llegues a alguna casa sin ruedas, o a un camping)
 
Amanecer perruno
Que te apetece meterte por un camino de cabras porque el mapa sugiere que te lleva hacia el mar, ¡pues lo haces!

Que te molestan lxs vecinxs por la mañana, si es que los tuvieras, pues das marcha atrás y cambias de zona, el mundo es grande.

Que te apetece subir con tu casita a un barco y ver los lobitos marinos que te acompañan en el trayecto, ¡pues lo haces!

 
Que se te antoja conocer Chiloe, visitar las pingüineras, degustar el Curanto (plato a base de mariscos, papas, loganiza, pollo y otras sorpresitas más), ver sus iglesias de estilo alemán y ver cómo se esconde el sol por mar en la costa oeste o como amanece entre islitas en la costa este…¡pues lo haces!

Además, pueden ocurrirte cosas a las que no estás acostumbrada.

Al principio cualquier ruido en la noche te sobresalta, sobre todo cuando David salta por encima de ti para mirar por la ventana qué tipo de animal, persona o cosa merodea por la rueda delantera derecha… ¡pssst! ¡Duérmete ya! ¡será el aire! Y por la mañana…te encuentras rodeada de vacas curiosas que quieren saludar a las gatas de la facha-da.

Nunca habría pensado que se puede ligar con una furgo tanto como con un bebé o paseando una perrita en un parque. La gente se acerca, te mira con una sonrisa tímida y por fin llegan las preguntas de rigor ¿es tuya? ¿consume mucho? ¿Qué tal va el motor? ¿puedo ver la cama? ¿y la cocina? Y nosotrxs orgullosxs, como si fuese nuestra bebé o perrita, hablamos de su motor mega-potente, de lo tragona que es, de lo bien que se porta por las noches y lo cómodo que es cocinar en su cocinita portátil (el momento favorito de David). Se nos abrió el mundo de las relaciones automovilísticas.
Siempre que vuelves a casa
me pillas en la cocina
embadurnado de harina
con las manos en la mas
a

Y bueno, aunque la experiencia fue más corta de lo que nos hubiera gustado y nuestra inexperiencia nos hizo “casi desesperar” un par de veces -por suerte no a la vez-, han sido unos días maravillosos, recorriendo lugares hermosos y despidiéndonos de Chile con un run-run Mitsubishi de los más molón.

PD: como no podía ser de otra manera, esta vez también me invadió la música. La banda sonora fue: “Yo para ser feliz quiero un camión”. (Menudo casoplón se puede montar en un camión de un par de toneladitas).

viernes, 26 de febrero de 2016

Chile IX. Perdidxs entre lagos


Tras las emociones intensas de Santiago, necesitábamos un respiro. Afortunadamente Chile, además de ofrecer ese “turismo histórico”, tiene aún unos paisajes tan salvajes que es inevitable despejar la mente y conectarse nuevamente con la naturaleza.

Si hay algo que tiene efecto relajante en mí y que a David le enloquece, es el agua, y este país tiene agua en todos los formatos: el inmenso pacífico que la acorrala contra los andes, los hermosos glaciares de la Patagonia, ríos, ríos y más ríos, y por supuesto Lagos. Cómo será el tema que hasta tienen una región llamada “Región de los Lagos”.

Nuestro primer contacto con los lagos Chilenos fue en la afamada y un tanto “cuica” (pija, pituca, pelucona…) Villarrica, a sólo 10 horas al sur de Santiago. El viaje fue tranquilo, lo complicado fue lo anterior, pues la espera en la terminal sur de la capital fue bastante loca; no había un solo bus que saliera en hora y pareciera que, aunque los buses fueran saliendo, la cantidad de gente esperando aumentaba exponencialmente. Los megáfonos que anunciaban la esperadísima salida o llegada de algún bus estaban ya afónicos, y yo creí entender que decían: ¡Apriétense como puedan y quieran! ¡Temporada alta!

Viajamos de noche, llegamos tempranísimo, y al abrir los ojos vi lo que David me acababa de anunciar, “Lu, creo que estamos en Islandia”. Lo cierto es que a esas horas la temperatura no lo desmentía, pues a pesar de estar en verano y no ser una latitud extrema, hacía una rasca mañanera considerable, el viento de los andes. Por otro lado, la arquitectura tiene un aire nórdico que sorprende. Así que bajamos del bus un tanto confundidxs, sospechando que el chofer había hecho un rodeo internacional. Me falta el yololohuhu para estar en el Tirol, el pollo al cestelo para estar en Locarno, y el reno para estar en doctor en Alaska. Casi lo único que me recuerda que estoy en Latinoamérica es el choclo, y la bandera mapuche, que me ubica en la Araucania o novena región de Chile.

Nos alojamos en una casita en las afueras y creo que fue un acierto, porque la ciudad estaba a tope, filas de autos atascados en todas las calles y un ambientazo en la playa que ya lo quisiera Benidorm. Aun así, pudimos disfrutar de las aguas frescas del lago Villarrica y el Calafquen en sus múltiples playas lacustres. Villarrica, Pucón, Lican Ray y Coñaripe, mi amigo el pez se las gozó todas.
 
 
 

Vendedor de cuchuflí

¿Dónde está Wally?
 
 
















La vista imponente del volcán Villarrica (que tuvo una erupción espectacular hace poco más de un año) nos tenía embelesadxs, y poder ver de noche el resplandor rojizo de la lava en su cráter fue tan emocionante como ver la ceniza del Cotopaxi las primeras veces. Maravillas de la naturaleza.



Sin duda la perla de la región de la Araucanía (repleta de lagos y ríos sin ser la región de los lagos ni de los ríos) está en el Parque Nacional Huerquehue. Además de estar repleto de las hermosas y únicas Araucarias, tiene unos lagos espectaculares; creo que David jamás olvidará su baño en la laguna del Toro. Demasiado fría… ¡yo no me lancé!

Nos animamos a seguir buscando lagos, y en la provincia homónima aparecimos en Llanquihue. De nuevo con sensación de estar en el norte de Europa, casas de madera, cielo gris, viento frío, y rostros que bien pudieran ser alemanes, ojos demasiado azules para este continente y apellidos con demasiadas consonantes para ocultar su origen. (Alemania fue una de las grandes colonizadoras de Chile después de la “colonización”, le dejó una gran elite social, arquitectura en madera, probablemente cantidad de costumbres, y unas cuantas comidas, entre ellas el famoso Kuchen)



Si el volcán Villarrica nos había fascinado, el cono perfecto del Osorno con su cima pintada de nieve y el resto de picos nevados a su alrededor no fueron menos. Además, bañarse en las heladas aguas del lago Llanquihue, en esa playa de arena volcánica en la que te ves los pies aunque te cubra por el cuello, fue una delicia a la que, ni siquiera yo, me pude resistir.
 
 
 





(Hubo otra escena que superó a esta con creces, en el Lago Todos los Santos, pero ya llegará…)

Así que estos fueron algunos de los regalos de Chile, nos ofreció un nuevo concepto de playa, de arena negra y aguas cristalinas, y un nuevo concepto de lago, con volcanes activos con la cima nevada de fondo. Y para mayor ventaja lagos libres de los temporales y plagas de medusas que están azotando la costa Chilena desde hace semanas. Lo del fueguito del volcán fue la guinda el pastel, y el pastel kuchen la nota no discordante que nos recuerda otro capítulo de la historia de este país.
Transporte acuático...

viernes, 19 de febrero de 2016

Chile VIII. Para nunca más vivirlo, nunca más negarlo

Las primeras cuarenta y ocho horas en Santiago fueron un shock, era en cierta manera como estar en Madrid, pero sin haber cruzado el océano.
 

Sentir la sensación de minoría en Latinoamérica es algo sencillo, lo somos en primer lugar por nuestro aspecto y después y aún más importante por una cultura y una forma de concebir la vida muy distinta, como diría un cubano, es otra “idiosincrasia”. Pero mi primer contacto con Santiago me llevó a una minoría de otro tipo, a una minoría a la que estoy mucho más acostumbrado, una minoría en la que llevo navegando años y años y que, aunque me reconforta, a veces también me agota. Es esa minoría ideológica en la que me movía día a día y que de repente la sentí nuevamente con fuerza. Me encontré viendo largometrajes de cine independiente en lugares alternativos, disfrutando de una obra de teatro controvertida en el Museo de la Memoria, recorriendo calles con reivindicaciones en sus paredes que me resultan cotidianas, en fin, me sentí como en casa, pero con una sensación extraña y no del todo agradable. Me vi fuera de la vida que estaba llevando estos dos últimos años y en una nueva que en realidad era la antigua y la de siempre. Para mayor extrañeza, era un entorno familiar, pero a la vez totalmente desconocido.
Aún así, Santiago no es Madrid, por mucho que las latitudes de ambos hemisferios sean similares en ellas y que con esto garantices un tipo similar de vegetación, o que comparado con el resto de capitales vividas (Caracas, Bogotá, Quito, La Paz, Lima) entre ellas haya mayor afinidad, Madrid no es Santiago. Santiago es una ciudad enorme, asentada en la planicie que dejan los Andes y la cordillera costera entre ambos. Su orografía plana sólo la interrumpen pequeños cerros, desde los que te cercioras de su gran extensión urbana. Es una ciudad latinoamericanamente ordenada pero arquitectónicamente desordenada, con muchos árboles, pero con pocos parques y con una pared andina que en el verano sólo consigues divisar difuminada por la contaminación, pero que durante el invierno debe ser embelesador contemplarla. Esta ciudad fue más o menos la frontera hasta donde los incas llegaron y el rio Mapocho que la disecciona separó a este imperio del mundo Mapuche.

Rio Mapocho
Cerro fundacional
 

 
 
 
 
 
 
 
 Santiago está entre dos aguas, no es una ciudad típicamente latinoamericana, si es que tiene sentido usar ese concepto, pero tampoco es una ciudad típicamente europea y quizá ahí esté su encanto, aunque para mí lo está en alguno de sus Monumentos Históricos, de los que llevaba oyendo hablar desde mi adolescencia. Ahí, a ese Santiago, es al que nos hemos dirigido con ahínco y con terrible placer.

En el corazón de la ciudad se encuentra el Palacio de la Moneda, que, junto con La Plaza de Mayo, quizá haya sido el lugar más reconocible para mí sin nunca haberlo pisado. Un Palacio tristemente célebre, conocido más que por su esplendor, por su interior en llamas y por el pertinaz bombardeo al que lo sometieron los golpistas. El recuerdo de aquellos días queda evidenciado en la estatua de Salvador Allende erigida a uno de sus costados. “Mucho más temprano que tarde, se abrirán las grandes alamedas por donde pase el hombre libre, para construir una sociedad mejor. ¡Viva Chile! ¡Vivan los trabajadores!” reza en la parte trasera de su escultura. (No sé, tengo mis dudas si después de un exterminio del hombre y la mujer por 17 años, lo que queda después es en realidad un hombre o mujer libre). También está la famosa Puerta Morandé 80 en un lateral de la Moneda, lugar por donde salieron los restos mortales de Allende y que fue tapiada en la época pinochetista para evitar su simbolismo. Se reabrió 13 años después de reinstaurada la “democracia”.  

 

 
 
 
 
 
 
 
 
Igualmente céntrico, a escasos metros de la hermosa Estación Central de Santiago y de la que fue Universidad Técnica del Estado, se encuentra el Estadio Chile. Fue utilizado como centro de detención, torturas y exterminio sobre todo en los primeros días de la dictadura. Allí y siendo trasladado desde dicha universidad fue asesinado Víctor Jara. El estadio ahora lleva su nombre, sus restos fueron llevados al Cementerio General de Santiago en cortejo público 36 años después de su muerte y sus conocidos asesinos continúan en la calle. Este lugar también es Monumento Histórico Nacional de Chile. 
Pertenece al Pueblo
A pocos minutos de la Moneda se ubica la calle Londres, el número 38 se convirtió después del golpe de estado en un centro clandestino de detención y torturas de la DINA (Dirección de Inteligencia Nacional). En el 2005, el recinto fue declarado Monumento Histórico Nacional de Chile y debido a la intensa lucha de organizaciones de derechos humanos hoy en día es un museo en memoria de aquellos detenidxs y muertxs en ese lugar.
En la memoria de Londres 38
El cementerio general de Santiago, al igual que otros muchos, es un lugar hermoso, con edificios que competirían en belleza con otros de la ciudad y donde se siguen reproduciendo las mismas diferencias sociales que la sociedad de los vivos evidencia. En él existe un lugar que es Monumento Histórico Nacional, es el Patio 29. Este lugar fue usado durante la dictadura militar para sepultar clandestinamente a ejecutadxs políticxs.
Patio 29
Tumba de Allende
 












A las afueras de la ciudad y al abrigo de la cordillera andina, se encuentra uno de los lugares más terriblemente maravillosos que yo haya visitado, se trata de El parque por la Paz Villa Grimaldi. Este lugar que era una hermosa hacienda fue convertido por el régimen fascista de Pinochet en uno de los mayores centros de detención, tortura y exterminio. Se estima que pudieron pasar por allí unas 5000 personas y de ese total 18 fueron ejecutadxs políticxs y 211 permanecen actualmente desaparecidxs. De estos se presume que muchos fueron asesinadxs y conducidos en vuelos de la muerte sobre el océano, para lanzarlos amarrados a rieles de tren. En 1997 fue inaugurado este parque y en 2004 declarado Monumento Histórico Nacional. Me preguntaba mientras lo visitaba, cómo un lugar tan espantoso, pudieron transformarlo con tanto amor y entrega en un lugar tan bello y tan importante para la memoria, la solidaridad y la reflexión. Las celdas de aislamiento de 1x1 fueron transformadas en cubículos de piedra sobre el jardín, lxs presxs y torturadxs en resistentes álamos, las mujeres desaparecidas en un jardín de rosas y los nombres de lxs 229 ejecutadxs y desaparecidxs grabados en piedra con fósiles a su alrededor, como muestra de algo que pervive y nunca se olvida.

Benvenidxs Villa Grimaldi

Rincón de los torturadxs

Rincón de los presentes

Rieles extraídos del mar (*)
















Hay un caso muy relevante de una militante comunista que pasó por Villa Grimaldi, ella era Marta Ugarte. Fue de las pocas desaparecidas, aparecidas tiempo después, en una playa de la región central con un alambre alrededor del cuello. Después de torturas y posterior ejecución, los cuerpos eran amarrados a un riel de tren con dos alambres e introducidos en unos sacos, para posteriormente ser lanzados al océano desde un helicóptero. En el caso de Marta la ejecución fue vía inyección letal, sin embargo, esta no debió hacer el efecto esperado por lo que en pleno vuelo su cuerpo empezó a moverse dentro del saco. La idea de los militares no fue otra que desenganchar del riel uno de los alambres y con él ahorcarla y con ello terminar de asesinar a su víctima. Una vez lanzado el cuerpo y ya en el fondo del océano, este debió desengancharse por estar amarrado con un solo alambre, terminó flotando en la playa con el alambre que acabó con su vida aún en el cuello. Con este caso, único que escapó del mar, se evidenciaron aún más las denuncias realizadas sobre dicho comportamiento por parte del ejército. La prensa (“siempre tan independiente") no paró de decir en la época, que su muerte era un crimen pasional.  Para nunca más vivirlo, nunca más negarlo.

Existen otros monumentos históricos relacionados con la tortura y desaparición de esa época, pero tampoco era plan de torturarnos en exceso. También existen otros muchos como iglesias y palacios, pero para esa tortura ya no estamos preparados. Así que dedicamos el resto del tiempo a pasear y escuchar los acordes de “Te recuerdo Amanda” por buena parte de la ciudad.

(*)En un riel queda adherido un botón que perteneció a un ejecutadx.

Premio Nobel chilena


  
 

miércoles, 17 de febrero de 2016

Chile VII. Ausente

Son las nueve de la noche y aunque la claridad en Santiago aún está presente, la luna se cierne nítidamente sobre nuestras cabezas. Nos encontramos en un pequeño anfiteatro al aire libre donde una única y magnífica actriz representa por hora y media la obra “la amante fascista”. El lugar es el patio del Museo de la Memoria y los Derechos Humanos que fue inaugurado en el 2010. No hay un mejor marco para una obra que habla sobre la época de la dictadura chilena.

El Museo es un enorme paralelepípedo de aspecto metálico y color verde, enclavado frente a uno de los parques más grandes de la capital.


Nada más entrar, en la planta baja, unx se choca con la siguiente lista de países: Honduras, Brasil, Chile, Argentina, Bolivia, Ecuador, Granada, Guatemala, Haití, Panamá, Perú, El Salvador, Uruguay, Burundi, Yugoslavia, Alemania, Chad, Ghana, Marruecos, Liberia, Nigeria, República Democrática del Congo, Sierra Leona, Sudáfrica, Uganda, Corea del Sur, Indonesia, Nepal, Sri Lanka, Timor, Paraguay y Kenia. Todos tienen en común una cosa; han creado una Comisión Nacional de la Verdad y la Reconciliación. Este es un organismo que tiene como misión investigar y esclarecer lo sucedido en los diferentes períodos dictatoriales o de violación de los derechos humanos, aunque hay que decir que no posee ninguna capacidad jurídica. En el caso de algunos países, a esta comisión no se le permitió ni presentar sus conclusiones, en el caso de otros se presentaron, pero apenas tuvieron eco en la sociedad, en otros se presentaron y las consecuencias jurídicas posteriores fueron nulas, en algunos se sigue luchando para que se alcancen esas consecuencias jurídicas y en otros como el caso chileno, aunque se sigue luchando también para alcanzar dichas consecuencias, se cerró la comisión imponiendo un ocultamiento público del informe para los próximos 50 años (evidentemente para aquel entonces todxs los asesinos y genocidas habrán fallecido). También, en algunos países se ha logrado la construcción de una casa de la memoria, con mayor o menor apoyo gubernamental y social, como hemos podido apreciar en nuestro viaje en Perú, Guate y ahora en Chile.
Observando los diferentes escalones que alcanzó la impunidad a lo largo y ancho del planeta, cabe poner de relieve que hay un país, donde el período de dictadura (aunque oficialmente ni ese nombre se le da) fue de los más largos y donde el número de desaparecidos es de los mayores, que está ausente de esa lista: España. ¿Primer mundo?.
Homenajeando a Juan Diego Botto y a su espléndida obra de teatro “Un trozo invisible de este mundo”, yo sé que uno está tan lejos de infinito como diez, pero déjenme que me agarre a mi diez con fuerza.
Aun así, Chile, con este hermoso Museo por la Memoria y los Derechos Humanos, con esta Comisión Nacional de la Verdad y la Reconciliación, se mantiene 25 años después del fin de la dictadura, con una constitución proveniente de esta, con unos privilegios del ejército muy por encima de los de la sociedad civil, con cargos de la dictadura que continúan ocupando las altas esferas, con los responsables disfrutando de impunidad, con una casta política vividora muy alejada de las necesidades de su pueblo y con un país privatizado hasta la extenuación. En Chile se produjo un experimento neoliberal a gran escala que comenzó y se edificó en los años de la dictadura, en ese período le fue muy fácil ya que cualquier oposición a los mismos se combatía con la tortura y el exterminio, pero que se ha seguido apuntalando en la pseudo democracia posterior. (Es muy interesante al respecto el documental chileno Chicago Boys, año 2015.).



 
 
 
 
 
 
Sabiendo esto y conformándome y aferrándome a mi diez mejor que a mi uno, he de decir que el Museo es realmente emotivo. Mientras lo visitas, te recorre un escalofrío por la espalda y la rabia te llena el cuerpo. Con salas dedicadas pormenorizadamente al propio 11 de Septiembre del 1973, a la represión y torturas posteriores, a los derechos humanos, a la condena internacional del golpe, al dolor de los niñxs, a los ausentes y a la necesaria memoria, a la demanda de verdad y justicia, a la lucha por la libertad, al retorno a la esperanza, se llenan tres pisos de vergüenza, solidaridad, odio, esperanza y miles de sentimientos encontrados.
Para cuando dejas el paralelepípedo atrás, la noche ya es cerrada, caminas por las calles de Santiago ya vacías y piensas en la vergüenza que te produce que tu país de origen no alcanzó ni siquiera el uno.
 
 

domingo, 14 de febrero de 2016

Chile VI. Yo pisaré las calles nuevamente

Y en las calle ensangrentadas
brotaron los árboles
 
Yo pisaré las calles nuevamente
de lo que fue Santiago ensangrentada,
y en una hermosa plaza liberada
me detendré a llorar por los ausentes.
(Pablo Milanés 1974)
 
¿Se puede recordar un lugar en el que no se ha estado nunca? Yo creo que sí, pues yo recordaba Santiago antes de conocerla, antes siquiera de pensar en visitarla. Eran tantas las imágenes que tenía de Santiago en mi mente, tantas canciones venían a mi cabeza al decir “Santiago de Chile”, “La Alameda” o “La Moneda”, que la ciudad nunca me resultó ajena.
De hecho, como lxs humanxs tenemos la capacidad, o el defecto, de ver “lo que queremos ver”, yo vi exactamente lo que buscaba. De las mil facetas que tiene Santiago, decidí encontrarme con el horror, la injusticia, la impunidad, el sufrimiento, la dignidad, la solidaridad, la fuerza…
Así como en Valpo me asaltó la poesía, en Santiago me embriagó la música, me pasé los días tarareando, cantando entre sueños, reencontrándome con melodías del pasado. Recorrí la ciudad con Violeta, Víctor, Silvio, Pablo, Ismael, e incluso Isabel, Gabo y Guayasamín.
Fueron días de mucho pasear, mucho sentir y mucho pensar. Es inevitable acordarse con amargura de España cuando se visitan lugares como El Museo de la Memoria, Villa Grimaldi, o Londres 38. Es difícil no sentir una tremenda empatía por un país con una historia paralela. Es bonito ver como la historia no se ha borrado de la misma manera en todos los países.
Tanta emoción de me dejó vacía y llena a la vez. Sin mucho que decir, pero con mil historias que gritar.
 
Eso no está muerto,
No me lo mataron
Ni con la distancia,
 ni con el vil soldado.
 
(Silvio Rodríguez, 1973)
 
Caminamos la ciudad hasta el dolor de pies, protegiéndonos del sol de febrero bajo los falsos plátanos de la Alameda. Nos metimos bajo tierra buscando lxs muertxs, y nos encontramos el metro coloreado con poesía, aunque ahora han prohibido cantar. Llegamos al cementerio y nos encontramos con Violeta, también con Víctor Jara, Salvador Allende y sus asesinos.
En muchos rincones de la ciudad vimos a los famosos “pacos”, sin poder quitarme de encima una cierta sensación de miedo, y me agarré fuerte al brazo de David, como protegiéndoselo.
Andando por La Alameda, tú me empezaste a contar
causas, azares y luchas, en estos días y al pasar
por delante de La Moneda, tú tarareaste a Jara.
Me miraste, "Así tan duro, tienes un aire a Guevara".
Salimos del bar borrachos, agarrados de la mano,
y en la calle como siempre jodiendo andaban los pacos.
Tú les gritaste "¡Asesinos!", y los dos echamos a correr.
Tú reías, y en tu risa yo me veía caer.
(Ismael Serrano, 1998)
 
Afortunadamente viví otro Santiago, más actual, más amable y mucho más amigable pues tuvimos algunos encuentros deliciosos con Jose, Rober, Jechu, Alex y Mirta, con quienes compartimos ratos divertidos, sabrosos, refrescantes que nos hicieron disfrutar mucho y además conseguir entender, y conocer un poquito más, este hermoso país.
Disfrutamos el Museo de Violeta Parra en el que hay un pequeño bosque de árboles musicales. ¡Qué ganas de tejer, pintar, amasar barro, cantar, bailar! ¡Alegría! Y ¡que vivan las mujeres como Violeta!
Se va enredando, enredando,
Como en el muro la hiedra,
Y va brotando, brotando,
Como el musguito en la piedra.
Ay sí sí sí
(Violeta Parra, 1966)
 

Así, mezclando lo que recordaba, lo que buscaba y lo que encontré, ahora Santiago resuena con cariño en mi cuerpo, con su smog, su Mapocho, su Quinta normal y sus cerros, su cementerio, sus andes nevados al  fondo, sus agitadas terminales de bus, su terremoto y su réplica, su chorrillana, sus bailes en parques, sus artistas de calle, sus cafés con y sin piernas, sus cines, sus pintadas en las paredes, sus rostros multicolores, sus heridas del pasado, aún abiertas y sin sanar, y su memoria de elefante, su plaza de armas, La Moneda, la Alameda, el mote con huesillo, la sensación de estar en casa…música para los oídos.
Y de fondo, la canción que nunca sonó, porque se cortaron las manos que iban a crear los acordes y la lengua que iba a entonar sus versos.
 
 
Somos cinco mil 
en esta pequeña parte de la ciudad. 
Somos cinco mil 
¿Cuántos seremos en total 
en las ciudades y en todo el país? 
Solo aquí
diez mil manos siembran 
y hacen andar las fábricas. 
¡Cuánta humanidad 
con hambre, frio, pánico, dolor, 
presión moral, terror y locura! 
Seis de los nuestros se perdieron 
en el espacio de las estrellas. 
 
Un muerto, un golpeado como jamás creí 
se podría golpear a un ser humano. 
Los otros cuatro quisieron quitarse todos los temores 
uno saltó al vacío, 
otro golpeándose la cabeza contra el muro, 
pero todos con la mirada fija de la muerte. 
 
 
 
¡Qué espanto causa el rostro del fascismo! 
Llevan a cabo sus planes con precisión artera 
Sin importarles nada. 
La sangre para ellos son medallas. 
La matanza es acto de heroísmo 
¿Es este el mundo que creaste, dios mío? 
¿Para esto tus siete días de asombro y trabajo? 
 En estas cuatro murallas solo existe un número que no progresa, 
que lentamente querrá más muerte. 
Pero de pronto me golpea la conciencia 
y veo esta marea sin latido, 
pero con el pulso de las máquinas 
y los militares mostrando su rostro de matrona 
llena de dulzura. 
 
 
 
¿Y México, Cuba y el mundo? 
¡Que griten esta ignominia! 
Somos diez mil manos menos 
que no producen. 
 
 
 
¿Cuántos somos en toda la Patria? 
La sangre del compañero Presidente 
golpea más fuerte que bombas y metrallas 
Así golpeará nuestro puño nuevamente 
 
 
 
 
¡Canto que mal me sales 
Cuando tengo que cantar espanto! 
Espanto como el que vivo 
como el que muero, espanto. 
De verme entre tanto y tantos 
momentos del infinito 
en que el silencio y el grito 
son las metas de este canto. 
Lo que veo nunca vi, 
lo que he sentido y que siento 
hará brotar el momento…
(Víctor Jara, Septiembre 1973, horas antes de ser asesinado)