El Museo es un enorme paralelepípedo de aspecto metálico
y color verde, enclavado frente a uno de los parques más grandes de la capital.
Nada más entrar, en la planta baja, unx se choca con la
siguiente lista de países: Honduras, Brasil, Chile, Argentina, Bolivia,
Ecuador, Granada, Guatemala, Haití, Panamá, Perú, El Salvador, Uruguay,
Burundi, Yugoslavia, Alemania, Chad, Ghana, Marruecos, Liberia, Nigeria, República
Democrática del Congo, Sierra Leona, Sudáfrica, Uganda, Corea del Sur,
Indonesia, Nepal, Sri Lanka, Timor, Paraguay y Kenia. Todos tienen en común una
cosa; han creado una Comisión Nacional de la Verdad y la Reconciliación. Este
es un organismo que tiene como misión investigar y esclarecer lo sucedido en los
diferentes períodos dictatoriales o de violación de los derechos humanos,
aunque hay que decir que no posee ninguna capacidad jurídica. En el caso de
algunos países, a esta comisión no se le permitió ni presentar sus
conclusiones, en el caso de otros se presentaron, pero apenas tuvieron eco en
la sociedad, en otros se presentaron y las consecuencias jurídicas posteriores
fueron nulas, en algunos se sigue luchando para que se alcancen esas
consecuencias jurídicas y en otros como el caso chileno, aunque se sigue
luchando también para alcanzar dichas consecuencias, se cerró la comisión
imponiendo un ocultamiento público del informe para los próximos 50 años
(evidentemente para aquel entonces todxs los asesinos y genocidas habrán
fallecido). También, en algunos países se ha logrado la construcción de una
casa de la memoria, con mayor o menor apoyo gubernamental y social, como hemos
podido apreciar en nuestro viaje en Perú, Guate y ahora en Chile.
Observando los diferentes escalones que alcanzó la
impunidad a lo largo y ancho del planeta, cabe poner de relieve que hay un país,
donde el período de dictadura (aunque oficialmente ni ese nombre se le da) fue de
los más largos y donde el número de desaparecidos es de los mayores, que está ausente de esa lista: España. ¿Primer
mundo?.
Homenajeando a Juan Diego Botto y a su espléndida obra
de teatro “Un trozo invisible de este mundo”, yo sé que uno está tan lejos de
infinito como diez, pero déjenme que me agarre a mi diez con fuerza.
Aun así, Chile, con este hermoso Museo por la Memoria y
los Derechos Humanos, con esta Comisión Nacional de la Verdad y la
Reconciliación, se mantiene 25 años después del fin de la dictadura, con una
constitución proveniente de esta, con unos privilegios del ejército muy por
encima de los de la sociedad civil, con cargos de la dictadura que continúan
ocupando las altas esferas, con los responsables disfrutando de impunidad, con
una casta política vividora muy alejada de las necesidades de su pueblo y con
un país privatizado hasta la extenuación. En Chile se produjo un experimento
neoliberal a gran escala que comenzó y se edificó en los años de la dictadura, en
ese período le fue muy fácil ya que cualquier oposición a los mismos se combatía
con la tortura y el exterminio, pero que se ha seguido apuntalando en la pseudo
democracia posterior. (Es muy interesante al respecto el documental chileno
Chicago Boys, año 2015.).
Sabiendo esto y conformándome y aferrándome a mi diez
mejor que a mi uno, he de decir que el Museo es realmente emotivo. Mientras lo
visitas, te recorre un escalofrío por la espalda y la rabia te llena el cuerpo.
Con salas dedicadas pormenorizadamente al propio 11 de Septiembre del 1973, a
la represión y torturas posteriores, a los derechos humanos, a la condena
internacional del golpe, al dolor de los niñxs, a los ausentes y a la necesaria
memoria, a la demanda de verdad y justicia, a la lucha por la libertad, al
retorno a la esperanza, se llenan tres pisos de vergüenza, solidaridad, odio,
esperanza y miles de sentimientos encontrados.
Para cuando dejas el paralelepípedo atrás, la noche ya es cerrada, caminas por las calles de Santiago ya vacías y piensas en la vergüenza que te produce que tu país de origen no alcanzó ni siquiera el uno.
No hay comentarios:
Publicar un comentario