domingo, 14 de febrero de 2016

Chile VI. Yo pisaré las calles nuevamente

Y en las calle ensangrentadas
brotaron los árboles
 
Yo pisaré las calles nuevamente
de lo que fue Santiago ensangrentada,
y en una hermosa plaza liberada
me detendré a llorar por los ausentes.
(Pablo Milanés 1974)
 
¿Se puede recordar un lugar en el que no se ha estado nunca? Yo creo que sí, pues yo recordaba Santiago antes de conocerla, antes siquiera de pensar en visitarla. Eran tantas las imágenes que tenía de Santiago en mi mente, tantas canciones venían a mi cabeza al decir “Santiago de Chile”, “La Alameda” o “La Moneda”, que la ciudad nunca me resultó ajena.
De hecho, como lxs humanxs tenemos la capacidad, o el defecto, de ver “lo que queremos ver”, yo vi exactamente lo que buscaba. De las mil facetas que tiene Santiago, decidí encontrarme con el horror, la injusticia, la impunidad, el sufrimiento, la dignidad, la solidaridad, la fuerza…
Así como en Valpo me asaltó la poesía, en Santiago me embriagó la música, me pasé los días tarareando, cantando entre sueños, reencontrándome con melodías del pasado. Recorrí la ciudad con Violeta, Víctor, Silvio, Pablo, Ismael, e incluso Isabel, Gabo y Guayasamín.
Fueron días de mucho pasear, mucho sentir y mucho pensar. Es inevitable acordarse con amargura de España cuando se visitan lugares como El Museo de la Memoria, Villa Grimaldi, o Londres 38. Es difícil no sentir una tremenda empatía por un país con una historia paralela. Es bonito ver como la historia no se ha borrado de la misma manera en todos los países.
Tanta emoción de me dejó vacía y llena a la vez. Sin mucho que decir, pero con mil historias que gritar.
 
Eso no está muerto,
No me lo mataron
Ni con la distancia,
 ni con el vil soldado.
 
(Silvio Rodríguez, 1973)
 
Caminamos la ciudad hasta el dolor de pies, protegiéndonos del sol de febrero bajo los falsos plátanos de la Alameda. Nos metimos bajo tierra buscando lxs muertxs, y nos encontramos el metro coloreado con poesía, aunque ahora han prohibido cantar. Llegamos al cementerio y nos encontramos con Violeta, también con Víctor Jara, Salvador Allende y sus asesinos.
En muchos rincones de la ciudad vimos a los famosos “pacos”, sin poder quitarme de encima una cierta sensación de miedo, y me agarré fuerte al brazo de David, como protegiéndoselo.
Andando por La Alameda, tú me empezaste a contar
causas, azares y luchas, en estos días y al pasar
por delante de La Moneda, tú tarareaste a Jara.
Me miraste, "Así tan duro, tienes un aire a Guevara".
Salimos del bar borrachos, agarrados de la mano,
y en la calle como siempre jodiendo andaban los pacos.
Tú les gritaste "¡Asesinos!", y los dos echamos a correr.
Tú reías, y en tu risa yo me veía caer.
(Ismael Serrano, 1998)
 
Afortunadamente viví otro Santiago, más actual, más amable y mucho más amigable pues tuvimos algunos encuentros deliciosos con Jose, Rober, Jechu, Alex y Mirta, con quienes compartimos ratos divertidos, sabrosos, refrescantes que nos hicieron disfrutar mucho y además conseguir entender, y conocer un poquito más, este hermoso país.
Disfrutamos el Museo de Violeta Parra en el que hay un pequeño bosque de árboles musicales. ¡Qué ganas de tejer, pintar, amasar barro, cantar, bailar! ¡Alegría! Y ¡que vivan las mujeres como Violeta!
Se va enredando, enredando,
Como en el muro la hiedra,
Y va brotando, brotando,
Como el musguito en la piedra.
Ay sí sí sí
(Violeta Parra, 1966)
 

Así, mezclando lo que recordaba, lo que buscaba y lo que encontré, ahora Santiago resuena con cariño en mi cuerpo, con su smog, su Mapocho, su Quinta normal y sus cerros, su cementerio, sus andes nevados al  fondo, sus agitadas terminales de bus, su terremoto y su réplica, su chorrillana, sus bailes en parques, sus artistas de calle, sus cafés con y sin piernas, sus cines, sus pintadas en las paredes, sus rostros multicolores, sus heridas del pasado, aún abiertas y sin sanar, y su memoria de elefante, su plaza de armas, La Moneda, la Alameda, el mote con huesillo, la sensación de estar en casa…música para los oídos.
Y de fondo, la canción que nunca sonó, porque se cortaron las manos que iban a crear los acordes y la lengua que iba a entonar sus versos.
 
 
Somos cinco mil 
en esta pequeña parte de la ciudad. 
Somos cinco mil 
¿Cuántos seremos en total 
en las ciudades y en todo el país? 
Solo aquí
diez mil manos siembran 
y hacen andar las fábricas. 
¡Cuánta humanidad 
con hambre, frio, pánico, dolor, 
presión moral, terror y locura! 
Seis de los nuestros se perdieron 
en el espacio de las estrellas. 
 
Un muerto, un golpeado como jamás creí 
se podría golpear a un ser humano. 
Los otros cuatro quisieron quitarse todos los temores 
uno saltó al vacío, 
otro golpeándose la cabeza contra el muro, 
pero todos con la mirada fija de la muerte. 
 
 
 
¡Qué espanto causa el rostro del fascismo! 
Llevan a cabo sus planes con precisión artera 
Sin importarles nada. 
La sangre para ellos son medallas. 
La matanza es acto de heroísmo 
¿Es este el mundo que creaste, dios mío? 
¿Para esto tus siete días de asombro y trabajo? 
 En estas cuatro murallas solo existe un número que no progresa, 
que lentamente querrá más muerte. 
Pero de pronto me golpea la conciencia 
y veo esta marea sin latido, 
pero con el pulso de las máquinas 
y los militares mostrando su rostro de matrona 
llena de dulzura. 
 
 
 
¿Y México, Cuba y el mundo? 
¡Que griten esta ignominia! 
Somos diez mil manos menos 
que no producen. 
 
 
 
¿Cuántos somos en toda la Patria? 
La sangre del compañero Presidente 
golpea más fuerte que bombas y metrallas 
Así golpeará nuestro puño nuevamente 
 
 
 
 
¡Canto que mal me sales 
Cuando tengo que cantar espanto! 
Espanto como el que vivo 
como el que muero, espanto. 
De verme entre tanto y tantos 
momentos del infinito 
en que el silencio y el grito 
son las metas de este canto. 
Lo que veo nunca vi, 
lo que he sentido y que siento 
hará brotar el momento…
(Víctor Jara, Septiembre 1973, horas antes de ser asesinado)

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