lunes, 14 de marzo de 2016

Argentina II. Buenos Aires, encuentro con una amiga de la infancia.

Hoy es el cumpleaños de una gran amiga de la infancia*, mi primera amiga Bonaerense (qué bien suena “bonaerense”), mi primera amiga feminista, mi primera amiga antiimperialista, la amiga que casi consiguió que aborreciese la sopa.

Hoy celebramos sus 54 años. Lo curioso es que habiendo nacido 20 años antes que yo, no ha envejecido ese medio siglo. No lo ha envejecido porque el tiempo no pasa por su vida de ficción, y porque “su realidad” sigue siendo tan real, que bien podría haber sido creada ayer.

Llegar a una ciudad como Buenos Aires, extensísima, grandiosa e incluso con un toque de altivez, impone un poco, así que poder recorrerla de la mano de Mafalda, fue un alivio, y un placer. 


El encuentro se produjo en la esquina de Chile y Defensa, a media cuadra de su casa y al inicio del Paseo de la historieta. En un banquito me esperaba y la alegría al verla fue inmensa. En ese punto comenzó el paseo. Su hermano Guille nos acompañó. Su madre, su padre, la tortuga y el globo terráqueo quedaron en el número 371 de la calle Chile.

Viñeta a viñeta fuimos descubriendo la capital con sus bondades y miserias.


Primero me enseñó su barrio, San Telmo, y yo creía ver Manolitos en cada tienda de comestibles. Realmente no vi demasiadas tiendas como la de la familia de Manolito, ahora en este barrio es más fácil comprar antigüedades, pizza o pasteles que fruta o una lata de conservas. No recordaba ninguna viñeta de la Plaza Dorrego o el Mercado, y en cualquier caso, no recordaba turistas en sus viñetas.


 
Vimos las dos caras de la Boca, la re-turística del famoso Caminito y el estadio del Boca Juniors, y a unas cuadras, las casas de hojalata, pintadas anti-Macri (antiguo presi del famoso club de futbol y actual del país) y aires de abandono. Es un barrio del pueblo, y el pueblo se encontraba aquel domingo en las plazas y parques, ellas tomando el sol en sillas plegables y ellos jugando al fútbol, echando un partido muy de barrio, con comentarios también muy de barrio y muy de machos, desde la concha de la madre a la de la prima, pasando por la de la hermana, invitaciones a la pelea, cabreos de pelotudos al perder y demás joyas del deporte. Dos cuadras más allá estaba Libertad que, siguiendo la tendencia socialista de su familia, pintaba en un muro una de sus frases célebres… "Y digo yo, ¿nacionalizar la nación? ¿O eso ya es mucho pedir?"




 

 
 
 
 
 
Subimos por la gran avenida 9 de Julio hasta llegar a un punto desde el que veíamos a un lado el Congreso y al otro la famosa Casa Rosada, hasta ésta nos dirigimos y desembocamos en la famosa Plaza de Mayo, lugar célebre por las reivindicaciones, siendo la más conocida la de las valientes e incansables madres de la pañoleta blanca. Debe ser por eso que es la zona de la ciudad con mayor concentración de policías. (un armazón de protección entre la Casa Rosada y “la gente”).

 
Hacía un rato que me preguntaba yo en qué parte de la ciudad se escondía el río, cuando llegamos por fin a Puerto Madero, una zona bastante exclusiva, con su puente de Calatrava incluido. Continuamos hasta la costanera, uno de los grandes respiraderos de la ciudad. Después de un agradable paseo por la Reserva, nos dedicamos a comer choripanes (Mafalda además un panqueque con dulce de leche) mientras admirábamos los encuentros de música y danza que se dan en la zona. Tango, cumbia, salsa, samba, zumba y chachachá. Un lindo lugar donde disfrutarlas tardes de domingo, cultura popular en la calle, ¡traigan sus sillas, sus inseparables mates y disfruten!


 
Durante otro paseo llegamos a la Recoleta, barrio pelucón donde no hay perro sin pedigree. Al doblar una cuadra apareció Susanita, una señora bien señorona, paseando su caniche, toda engalanada y con pendientes de perlas. En esta ciudad hay hueco para todxs. (Incluso para los grupos de Emos que se juntan en la plaza Rodríguez Peña).

Nos plantamos en las afueras del zoológico, y no pude menos que compadecerme de esos flamencos, a escasos 5 metros de una gran avenida siempre llena de carros, si vieran como viven sus colegas en otros rincones del continente… Estuvimos las dos a punto de montar una protesta en la puerta. Indignadas continuamos camino y llegamos a Palermo, el barrio hípster. Hay que ver cómo se parece lo moderno en cada rincón del mundo, en este barrio en los menús no hay verduras asadas, sino vegetales horneados.

Avanzamos más buscando bullicio y llegamos al Once, también muy comercial, pero con otros productos y otros precios, puro mercadeo y tiendas al por mayor. Rodeamos el Congreso y al frente vimos una familia viviendo en la calle, Mafalda me contó una conversación que tuvo recientemente con su madre.
 


Poco después nos encontramos con Felipito, decidimos ir al maravilloso cine Gaumont a ver la peli que fuera, con esos precios, ¡imagínate! Debo decir que nuestro amigo dientón, no satisfecho con ver una peli nacional, insistió bastante en que buscásemos otro cine con alguna peli de vaqueros.

Mas entrada la noche nos dirigimos a la entretenida Corrientes, la calle donde puedes elegir entre decenas de obras de teatro y miles de libros, la oferta no tiene límites. Toda la avenida cortada al tráfico para la celebración de la noche de las librerías, coloquios sobre literatura, cuentacuentos, libros en la calle y conciertos. En medio de una de esas charlas andaba Miguelito, tratando de hacerse un hueco en los círculos filosóficos bonaerenses.

 

Y bueno, así, de a poquitos, me fueron descubriendo su ciudad, que fue más aún más linda, más interesante y más divertida con su mirada.





*Parece que su fecha oficial de “nacimiento” es en septiembre y con algunos años de diferencia, pero yo quería festejarle hoy ya que también se cumple el aniversario de una de sus primeras apariciones en la prensa…

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