Como ya os
aventuraba, dejé el trabajo. Ayer fue mi primer día de no madrugar, y la
verdad, no se vive nada mal…
Debo reconocer
que la despedida en algunos casos fue triste, especialmente con mis abuelitxs.
Me habían hecho un mantelito bordado y pintado por ellxs, y la verdad es que no
pude contener las lágrimas, algunxs de ellxs tampoco, así que nos dimos un
abrazo colectivo con besos y achuchones, me sobaron más que nunca!!
Varixs me
habéis preguntado qué ha pasado, y aunque mi intención no es contaros aquí
toditas las razones, os voy a resumir un poco el tema, para que entendáis la
locura de que esté renunciando a un trabajo tan bonito, y que me ha aportado
tanto. Y si quedan dudas, ya lo hablamos con un ceviche o unas cañas. (Enla Elipa,
Robledo, Lavapiés o los Andes)
Por un lado
están las cosas negativas del curro, un cierto caos y desorganización que han
podido con mi “rigidez europea”, malas relaciones laborales (especialmente
sorprendente la falta de trabajo en equipo y de compañerismo…esta experiencia
me ha hecho valorar aun más los compis que tuve allá, durante la residencia, en
San Pablo…), retrasos en los pagos de las nóminas, peores condiciones
laborales, y una preocupante desactualización en medicina ya que, aunque la
parte humana del trabajo ha sido maravillosa, la parte “técnica” ha dejado
mucho que desear, fundamentalmente por la escasez de recursos. Sólo os diré que
pasaron 6 meses hasta que vi el primer electrocardiograma aquí, que ha sido
imposible intentar hacer el control de pacientes crónicos por no ser posible
hacer las analíticas de tiroides, diabetes, etc.
Hay una parte
que me ha sorprendido especialmente y creo que ha sido de las que más me han
afectado, el maltrato a lxs pacientes. No es que sea constante, pero si es
mayor de los deseable según mi punto de vista. Esto lo sufre especialmente la
población indígena, yo creo que por discriminación racial, y por tener una
menor conciencia de sus derechos, menor empoderamiento y mayor resignación,
pues aparentemente antes era bastante peor. Creo que las cosas van cambiando
hacia mejor, pero muy lentamente, y yo que llegué con mucho ímpetu, he tenido
varios encontronazos por intentar respetar derechos tan básicos como el derecho
a la asistencia sanitaria…
Y por otro
lado están las cosas positivas de dejarlo.
¿Qué mejor
que poder visitar a Guille y Marta para que nos enseñen las maravillas de
Guatemala?
¿Y qué tal si
Joana y Marco se dignan a comprar los billetes para hacernos una visita y poder
gozarla completa, sin tener que despedirme cada mañana para ir a trabajar?
¿Os imagináis
cómo serían unas vacaciones en España, poder veros a todxs, hacer una oposición
sin estudiar, y dar la bienvenida y conocer a lxs nuevxs integrantes en la
familia? (calma, yo no estoy embarazada…)
Y después, a
reinventarnos una vez más, volver a Latinoamérica y ver por dónde nos lleva el
viento.
Y qué mejor
manera de empezar el plan B que cogiendo Carretera y Manta, pues ya tenemos los
billetes para disfrutar de 12h en bus por las intensas carreteras Ecuatorianas
con destino a Manta, en la costa central. El objetivo: sentir el verano en este
país sin estaciones, descansar, ver ballenas y tararear la canción de Calle 13:
“dame la mano y vamos a darle la vuelta al mundo”
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